Bruselas.— La guerra contra el terror declarada tras los ataques del 11 de septiembre se tradujo en una erosión de las libertades civiles en Europa y no en la desaparición de la amenaza fundamentalista, dice Kahina Rabahi, investigadora de la Red Europea contra el Racismo (ENAR por sus siglas en inglés).

“Nuestros gobiernos invadieron países, torturaron y mataron por miles, y no cambió nada, por el contrario, nuestras políticas están siendo usadas por grupos terroristas para reclutar miembros en nuestras comunidades”, explica la experta francesa a EL UNIVERSAL.

Por otra parte, continúa, “las medidas adoptadas en nombre de la seguridad han sido en perjuicio de libertades civiles”. Pone como ejemplo el estado de emergencia decretado en Francia tras los ataques suicidas que sacudieron París el 13 de noviembre pasado, bajo el cual la policía registró más de 3 mil 500 domicilios.

“Los cateos llevaron a sólo 25 investigaciones por terrorismo, lo cual es un rotundo fracaso. Lo peor es que continúan por la misma vía y sin entender que entre más viviendas allanen, más daño estarán causando, porque al final tenemos a individuos escogiendo entre dos tipos de narrativa: la pública, que les dice que no pertenecen aquí, y otra que los considera víctimas y les dice que ha llegado la hora de vengarse. Estamos ante una situación muy peligrosa que pone a todos en riesgo”, alerta.

La experta de la ENAR, que tiene su sede en Bruselas y cuyos estudios suelen ser tomados en cuenta por las instituciones de la Unión Europea para el desarrollo de políticas de integración y combate a la exclusión social, afirma que el precio más elevado por el deterioro de las garantías individuales en el contexto de la guerra contra el terror lo están pagando las minorías, particularmente la comunidad musulmana, 19 millones en toda Europa, y quienes se han convertido en chivo expiatorio.

Los musulmanes, dice, sufren doble. Por un lado, discriminación y violencia en el espacio público. Entre el 7 de enero y el 7 de febrero de 2015 se registraron 153 incidentes de islamofobia en Francia, lo que representó un incremento de 70% en comparación al mismo periodo del año previo. Por otro lado, la comunidad musulmana es blanco principal de la respuesta gubernamental a la amenaza extremista. El más reciente caso es el intento en Francia, sobre todo en la Costa Azul, de prohibir en nombre de la seguridad y el laicismo el uso del burkini, la prenda integral de baño islámica.

“Por supuesto que necesitamos seguridad, especialmente ahora que estamos siendo atacados por grupos violentos, pero esa seguridad no debe traducirse en violencia ejercida por nuestros gobiernos”, indica. Para la analista, el pico de los abusos lejos está de haber quedado atrás, pues “me temo que todavía hay un gran margen para que la situación empeore”.

El pesimismo mostrado por la experta en islamofobia e inclusión social responde al avance de la corriente del odio y la xenofobia por toda Europa.

Prácticamente en cada contienda electoral las fuerzas populistas y antiinmigrantes suman victorias.

El pasado domingo, el partido populista Alternativa para Alemania se colocó como la segunda fuerza política en el estado de Mecklemburgo-Antepomerania; y el próximo año las fuerzas ultras pelearán el poder en los comicios generales en Francia y Holanda.

Frente a este panorama, Rabahi sostiene que la unidad ciudadana y la creación de espacios de convivencia son la vía para poner freno a las arbitrariedades cometidas en nombre de la seguridad y al populismo europeo.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses