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“Echo de menos a David, pero nunca sentí odio”

El impulsor del memorial en el Pentágono perdió allí a su hermano menor

11/09/2016 |00:54
Redacción El Universal
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Washington.— En mangas de camisa, con la chaqueta en la mano, James Laychart recibe a EL UNIVERSAL en el memorial en recuerdo de las víctimas que murieron el 11-S en el Pentágono. En la solapa lleva un pin de forma poligonal de cinco lados, todos rojos menos uno en azul: representa el sector en el que a las 9:37 de la mañana del 11 de septiembre de 2001 se estrelló el vuelo AA77. Allí trabajaba y murió su hermano pequeño David, un analista de presupuestos para el ejército estadounidense alto, rubio de ojos azules, casado, con dos hijos, amante de los deportes. Tenía 40 años.

James es ahora el principal impulsor del monumento de recuerdo a las víctimas del Pentágono. También idea la construcción y diseño de un centro de información para explicar qué sucedió ese día mientras se prepara para ser el anfitrión del evento de recuerdo a las víctimas, al que este año acude el presidente Barack Obama.

¿Qué recuerda del 11-S?

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—Sabía que mi hermano estaba en el Pentágono, igual que mi padre, mi otro hermano [Mike] y mi tío. Uno a uno fuimos sabiendo de cada uno de ellos, nos iban diciendo que estaban bien. Estuvimos esperando respuesta de Dave y conforme pasaba el tiempo se iba poniendo peor el día y nos preocupábamos cada vez más. Él había estado trabajando en el Pentágono ese día, y a medida que veías cómo se desarrollaban los eventos por televisión se te encogía el corazón, entraba un sentimiento de desesperanza al ver las torres caer… Lo que más recuerdo es estar dando vueltas por aquí, tratando de descifrar si Dave estaba bien.

¿Es consciente de que han pasado 15 años?

—Como familiares, no nos centramos tanto en los años que han pasado, sino en el sentimiento de que echas de menos a tu hermano, o quien sea. Cuando vuelves por aquí obviamente piensas en ello. Sus hijos han crecido, tenían 9 y 7 años entonces, mis hijos tenían 8 y 6. Han vivido la mayoría de su vida sin él. Eso te pone triste.

¿Siente algo especial al estar cerca de donde murió su hermano?

—El hecho de que ayudamos a que se construyera el memorial no hace que sea triste. Tenemos este precioso memorial, en el que la gente puede venir, visitar… Lo importante para los familiares es que nunca olvidamos y, cuando vienes aquí y alguien te pregunta por él, honras su memoria y a la gente que murió junto a él. Eso es lo importante, así que cuando vengo aquí tengo una sensación de paz y de cumplimiento de lo que debíamos hacer para tanta gente.

¿No siente odio o rabia?

—No, y nunca los sentí. No sé por qué. Trato de enfocarme más en cómo vivo mi vida para honrarlo, y tener toda esta rabia no es productivo. Me enfoco mucho más en qué es lo que podemos hacer, en cómo puedo vivir yo para recordarlo. Él está en un lugar mejor, así que, como dice mi padre: “La vida es para quienes viven”. Debemos buscar cómo vivirla lo mejor que se pueda.

¿Su vida ha cambiado?

—Echo de menos a David y pienso en ello, pero como digo, trato de vivir la vida lo mejor que puedo. Espero ahora ser una mejor persona, pero eso quizá debería preguntárselo a mi esposa o hijos [ríe]. Lo que sí es verdad es que tienes otra visión de las cosas, porque entiendes cuán rápido pueden cambiar. Tratas de saborear la vida y apreciar todo lo que tienes.

¿Qué hace cada 11 de septiembre, tiene algún ritual?

—No. El Pentágono celebra cada año una ceremonia aquí para las familias, para que vengan y recuerden lo que pasó de una forma linda. Nosotros haremos también otras cosas, como ir al partido de beisbol. El ritual es estar con mi familia, y estar aquí presente por la mañana durante el 11-S.