Río de Janeiro.— María da Penha Macena es una de las 40 personas que eligieron resistir todo tipo de presiones y quedarse a vivir en el barrio de Vila Autódromo, al lado del Parque Olímpico de Río de Janeiro.

Hasta hace dos años, Vila Autódromo, que hoy es un conjunto de apenas 20 casas, era una comunidad populosa de calles de tierra habitada por 3 mil personas.

Pero con la llegada de los Juegos Olímpicos, este suelo se revalorizó económica y geográficamente, y el gobierno de Río intentó por todos los medios remover el barrio para construir edificios y un acceso al parque. “Me gustaba vivir aquí y quería que mi derecho de vivienda fuera respetado”, dijo Penha a EL UNIVERSAL. “Por las Olimpiadas, que duran menos de dos meses, yo, que llevo aquí 25 años, ¿iba a tener que irme y ceder mi casa? No era justo”.

Esta mujer pequeña de 51 años, muy católica, que trabaja como empleada doméstica y que se crió en la ciudad nordestina de Itabaiana y luego en la gigantesca favela carioca de Rocinha, se ha convertido en un referente de la discusión contra los atropellos que generaron en los sectores populares los preparativos de los Juegos Olímpicos. Desde 2009, cuando la ciudad fue elegida como sede del encuentro, más de 77 mil personas tuvieron que dejar su casa.

“El alcalde Eduardo Paes removió familias utilizando argumentos mentirosos, como la construcción de accesos o el riesgo de una avalancha en un morro, casi sin hablar con los afectados”, explicó un vocero del Comité de Jogos da Exclusao, una organización crítica. “Algunos casos de resistencia, como el de Vila Autódromo, se convirtieron en símbolos políticos”.

María Da Penha Macena llegó a este barrio en 1994, con su esposo y su pequeña hija, porque se sentía sofocada viviendo en un pasillo angosto de Rocinha. “Mi sueño era salir de ahí: necesitaba una casa con espacio”, explicó. “Todo el mundo merece esa dignidad y la oportunidad de criar un animal y hacer crecer un árbol”. Pero ella no sabía que en 1992, con la expansión del barrio Barra de Tijuca, elegante y muy próximo, había comenzado la amenaza de remoción. Da Penha Macena se enteró tres meses después de su llegada y de todas maneras decidió quedarse.

Vila Autódromo, que está al lado de una laguna, se originó como un caserío de pescadores en 1938 y recién en 1977 comenzó a formalizar sus impuestos. En los últimos 25 años los gobiernos de la ciudad tuvieron políticas de mayor o menor incidencia en torno a su remoción, pero con los Juegos Olímpicos la presión llegó a su auge. De las 650 familias que vivían aquí, casi todas tomaron una indemnización o una casa a cambio en el condominio cercano de Parque Carioca.

“A los que no queríamos irnos, nos presionaban diciendo que no iba a quedar nadie”, explicó. “Así comenzaron las discusiones al interior de las familias; muchas se dividieron”.

Los vecinos habían logrado en la justicia dos concesiones de uso a modo de título de propiedad de hecho, y en 2005 una ley estableció que esta tierra era de interés social y que, como ellos ya estaban aquí, tenían el derecho a permanecer. Además, muchos legisladores los apoyaban. “Lo que nos indignó fue la falta de respeto de parte del gobierno”, dijo. “Aquí en Río de Janeiro, remover al pobre es un método antiguo”.

Finalmente, las familias llegaron a un acuerdo: se quedarían, pero la zona sería urbanizada y asfaltada, sus casas serían demolidas y se construirían hogares nuevos. Hoy las 20 casas lucen todas iguales: son blancas y tienen una sala y dos habitaciones. Están situadas sobre una sola calle y a menos de una cuadra se alza un enorme hotel de cinco estrellas.

Nunca antes María Da Penha Macena había participado en un episodio de resistencia y discusión cívica, pero ahora su voz es respetada y reconocida por los políticos. “El pobre va superando obstáculos para estudiar, trabajar y mantenerse. Quien vive en una favela, empuja con dignidad para tener una vida mejor. Y eso no deja de ser una lucha”.

Ella recuerda muy bien el último 8 de marzo, cuando a las 6:30 de la mañana llegaron los tractores para echar abajo su antigua casa. Da Penha Macena dejó todas sus cosas afuera, en la calle, y se fue a la casa de una vecina para no ver la demolición. A la noche recibió un reconocimiento en la Asamblea Legislativa, como Mujer Ciudadana. Fue un día intenso. “Antes de dormir, en la almohada, pensé: ‘Yo voy a lograrlo, yo voy a quedarme en Vila Autodromo’”. Poco tiempo después, recibió su nueva casa.

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