Madrid.— Guiza, en El Cairo, fue en sus orígenes una de las joyas zoológicas de África. Se inauguró en 1891 y pertenecía a la familia real, que exhibía allí plantas exóticas, flores importadas y exuberantes fieras africanas.
Sus diminutas jaulas victorianas son hoy uno de los símbolos más recurrentes de la crueldad con los animales. El elefante del zoo está encadenado, los estanques de las aves inundados de basura. El año pasado el orangután Bongo murió en su jaula por una ola de calor; en 2013, una jirafa apareció estrangulada en unos cables y tres osos negros murieron en lo que la dirección del zoo definió como “disturbios”; en 2008, dos hombres mataron a dos camellos y vendieron su carne...
Desde hace 20 años Guiza se considera el corredor de la muerte para los animales que llegan a sus instalaciones. En 2004 la Asociación Mundial de Zoológicos (WAZA, por sus siglas en inglés) le retiró las credenciales. El parque, un pequeño oasis verde en una ciudad contaminada como El Cairo, cobra una entrada simbólica a los visitantes y es una de las atracciones más populares entre las familias sin recursos.
Aunque la situación de los zoos en África es heterogénea, los ejemplos como Guiza no son escasos. Especialmente en el norte del continente, las condiciones de los parques son malas. La mayoría se centran en el entretenimiento y carecen de recursos o conocimientos para garantizar el bienestar de los animales. “En los zoológicos la formación del personal y de las autoridades encargadas de supervisarlos es fundamental y eso es algo que en la mayor parte del mundo vemos que no existe”, explica David Turner, de la ONG Born Free.
Una excepción es el zoo de Rabat, donde sólo hay fauna africana, especialmente del Sáhara y Magreb. Los programas de reproducción y reintroducción de especies como el muflón de la Berbería son de sus puntos fuertes. Sólo dos países del continente tienen zoos que forman parte de la WAZA: Sudáfrica (con tres parques y acuarios) y Uganda, con el modesto santuario de fauna local de Entebbe. El resto de zoológicos del continente carecen de medios para costear un óptimo funcionamiento.