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Madrid.— Más de 200 mexicanos esperan en el aeropuerto madrileño de Barajas para volar de vuelta a casa con Aeroméxico. La mayoría posee boletos “sujetos a espacio” comprados a personal de la aerolínea. Ellos son los que más días de espera acumulan, hasta 15. Otro pequeño grupo son víctimas de la sobreventa de billetes, un problema común en esta época.
Su vida se ha convertido en un viaje eterno. Cada mañana salen del hotel cargados con las maletas, suben al Metro, esperan horas sentados en el aeropueto que se libere una plaza en un avión, y por la noche regresan al hotel con las maletas y lo mismo al día siguiente.
Los que menos dinero tienen duermen directamente en el suelo del aeropuerto. Esas vacaciones de ensueño incluyen baños en el lavabo de discapacitados y emparedados a precio de oro. “Cada día te guardas un poco de dinero para un capricho, como un café de máquina”, cuenta una profesora que lleva 10 días en Barajas con su hija.
Muchos de los viajeros son jóvenes que, para ahorrar, compraron boletos de avión a personal de Aeroméxico. Estos billetes son muy baratos porque la empresa los concede a sus trabajadores como parte de sus acuerdos sindicales. Entre los pasajeros varados también hay familias, como una pareja con un bebé, que regresó a México después de 10 días. Entre todos han formado una extensa familia. Se dan consejos (“mejor ir a dormir a la Terminal 4: los bancos son mejores”) y tienen un “chat de los refugiados” en el que se pasan información.
Muchos temen perder sus trabajos y si no ocurre un milagro, el lunes hay un estudiante que puede quedarse sin examen profesional porque uno de los examinadores de su jurado está varado en Madrid.
Se llama Alejandro Alba y es profesor de Filosofía de la UNAM. Viajó a España para una estancia de tres meses en el Centro Superior de Investigaciones Científicas. “Como estar en España tanto tiempo iba a ser caro, compré uno de estos billetes baratos, por 12 mil pesos”, explica. “Llevo aquí ocho días y tengo que conseguir regresar a México antes de que empiece mi trabajo”, dice.
Pero no es de su caso del que quiere hablar, sino del de sus amigos Armando Acosta Ramírez e Irving Jesús Ruancho Suárez. “Estábamos cansados de dormir aquí en el suelo y decidimos irnos los tres a un alojamiento por un par de días. Pagamos 10 euros por un hostel, pero Irving se quedó sin dinero ayer y durmió en la calle, en un banco en Sol. Por la noche le atracó un grupo de hombres. Él es estudiante del TEC de Monterrey, hace lucha grecorromana e intentó defenderse, pero lo golpearon con una botella en la cara. La tiene llena de cortes y la mandíbula mal: no puede hablar”.
La sobreventa de Aeroméxico se repite cada año en Madrid en temporada alta, pero nunca había alcanzado tal magnitud. La embajada en España dijo ayer que “Aeroméxico está realizando gestiones para poder regresarlos”, pero no hay fecha.