Río de Janeiro.— Rodrigo Figares Cunha es un taxista que trabaja aquí. Su principal preocupación no es la política, sino cómo el servicio de taxis particulares Uber está quitándole el trabajo a los tradicionales.
Pero, cuestionado sobre Dilma Rousseff, no deja de quejarse. “Hizo todo mal, aunque ella no es una mala persona”, dijo a EL UNIVERSAL. “Durante su gobierno el desempleo creció y también la inflación. Eso no quiere decir que [Michel] Temer me guste, pero por el bien de todos espero que pueda resolver los problemas que tenemos”, señaló.
El brasileño de a pie no quiere ni a Dilma ni a Temer. Tampoco a los otros políticos. Lo único que quiere es que el desempleo retroceda y que la economía se acomode.
“Si Dilma es suspendida definitivamente, no creo que haya una gran diferencia desde el punto de vista de las políticas sociales entre los políticos brasileños; apenas habrá un mayor compromiso con la estabilidad para las variables macroeconómicas”, dijo a EL UNIVERSAL Leonardo Pacheco Moraes, analista económico de Río de Janeiro. “Si Dilma cae, en el cortísimo plazo se afectará la vida de las personas porque el nuevo gobierno debe aumentar el ajuste fiscal y de gastos públicos, lo que hace crecer el cuadro recesivo de la economía. Pero se espera que la confianza del empresariado se restablezca y que las inversiones aumenten, retomando el crecimiento a partir del año que viene”, dijo.
“Para mí, el mejor escenario es el del regreso de Dilma, pero [creo que] es imposible”, opina Eduardo Gutierres Dole, arquitecto de Sao Paulo. “No creo que Dilma vuelva. Aparte de una violación a la democracia de Brasil, ella está siendo retirada con un plan de gobierno que nunca se puso en práctica en las urnas de Brasil y que incluye privatización del petróleo y flexibilización de leyes laborales y ambientales”.
“Lo mejor sería que Brasil siguiera este curso”, indica Robson Evaristo, ingeniero electricista. “Este proceso, que motivó mejoras en las investigaciones, debe continuar con los cambios necesarios. Creo que falta una ONG que organice mejor las manifestaciones. Tienen que ser objetivas, no sólo un paseo. Indignados, todos estamos. Pero buscar la falla puntual sirve más que gritar frases generales”.
“Ahora vemos un periodo de cautela y en breve, si el gobierno de Temer se torna definitivo, veremos cómo responde a los sectores que lo apoyan”, dijo a EL UNIVERSAL Marcelo Falcao, analista político de la Universidad Federal de Río de Janeiro. “La paradoja es que el gobierno de Dilma ya era malo. Tenía problemas en el área ambiental y laboral, pero con un poco de cuidado social que aliviaba las cosas. Los gobiernos del PT fueron pactos de clases entre las élites y los sectores populares. Esos pactos ya no existen luego del impeachment”.
Para Carla Santos, del Partido Comunista de Brasil, “si Dilma se queda, debería llamar a un plebiscito para decidir sobre nuevas elecciones presidenciales. Está claro que el campo de Lula y Dilma necesita encontrar un nuevo pacto para que cualquier gobierno de izquierda pueda gobernar, sobre todo si consideramos que el Parlamento y el Poder Judicial son extremamente conservadores en este país”. Pero si Temer se queda definitivamente, dijo, “Brasil irá para atrás como nunca antes en la historia”.
Pacheco Moraes cree que lo mejor es que Temer concluya el mandato hasta 2018. “El escenario de recesión e inflación destruyó los logros sociales de los años de gobierno del PT”, señaló.