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El Papa encabezó el último acto de su visita apostólica a Polonia y agradeció a unos 20 mil voluntarios que garantizaron el funcionamiento de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tuvo lugar estos días en Cracovia.
Poco antes de las 17:00 horas locales, Francisco salió de su residencia de estos días aquí, la sede del arzobispado, y se dirigió a la Tauron Arena, un estadio cerrado donde ya lo esperaban los jóvenes.
Ahí escuchó varios testimonios de jóvenes, incluso el saludo de un muchacho de Panamá, el país elegido para acoger la próxima JMJ de 2019.
“Yo escribí este discurso, no sé si es lindo o no. Tiene cinco páginas. ¡Un poco aburrido! Se los dejo, me dicen que yo puedo hablar y todos tienen traductor. ¿Hablo español?”, exclamó el Papa al momento que dejó unas hojas al costado.
Entonces comenzó a improvisar un discurso en el cual destacó la “aventura” de la Jornada, un encuentro que incluyó “llegar, servir, trabajar y después despedirse”.
Entonces cuestionó a los jóvenes si ellos querían ser “esperanza del futuro”, entonces todos respondieron que sí al unísono. El Papa replicó que, para serlo, debían cumplir dos condiciones y todos rieron.
“No, no hay que pagar la entrada”, aclaró risueño Francisco. La primera condición que puso fue “tener memoria”, preguntarse siempre de dónde se viene, recordar el propio pueblo, la propia familia, la propia historia.
“Un joven desmemoriado no es esperanza para el futuro”, advirtió. La segunda condición que puso fue dialogar con los abuelos, pedirles consejo, ser valientes, no asustarse y dar testimonio.
Antes de concluir, refiriéndose a la JMJ de 2019 exclamó: “No sé si estaré en Panamá, pero Pedro estará en Panamá y les preguntará si tuvieron memoria, si hablaron con los abuelos y si fueron valientes”.
Tras el encuentro con los voluntarios, el Papa se dirigió a una zona aledaña donde se reunió con el comité organizador y los benefactores de la jornada, luego emprendió camino en dirección a una base aérea para abordar el avión de regreso a Roma.
jlcg