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Europa, entre el rezago y la división

Sarah Keith y Emma Powell, el día en que contrajeron matrimonio, en el Hotel Claremont, en el sur de Inglaterra, en 2014. El país reconoce las bodas gay desde 2013 (LUKE MACGREGOR. REUTERS)
02/07/2016 |23:26
Redacción El Universal
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Axel y Eigil Axgil vivieron cuatro décadas con miedo a darse la mano por la calle, temor de que los insultaran, pavor de que los echaran de sus trabajos y el terror de ser agredidos físicamente por su orientación sexual.

El suplicio terminó el 1 de octubre de 1989, cuando Dinamarca se atrevió a desafiar a la poderosa Iglesia luterana y las élites conservadoras, promulgando la primera ley del mundo que reconocía la unión de personas del mismo sexo. “Pensé que este día nunca llegaría”, dijo Axel, entonces de 74 años, a las puertas del registro civil de Copenhague y tras lanzar un mensaje de lucha vigente hasta nuestros días: “Sé visible. Sal del clóset. Sigue combatiendo”.

La primera boda gay inspiró a otras naciones, comenzando por los nórdicos, Noruega, en 1993, e Islandia, en 1996, y al paso de los años evolucionó en otros logros importantes en la materia. En 2000, Holanda hizo historia, al adoptar la primera ley que reconocía el polémico derecho de adopción.

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Un cuarto de siglo después de que Copenhague mostrara el camino a seguir, 11 países europeos otorgan a las parejas del mismo sexo el derecho al casamiento (Holanda, Bélgica, España, Suecia, Portugal, Dinamarca, Francia, Reino Unido, Luxemburgo, Irlanda y Noruega); Finlandia aprobó su ley de matrimonio en 2015 y entrará en vigor en 2017, mientras que otros 10 Estados tienen registros que otorgan a las parejas gay las mismas condiciones legales que los matrimonios (Suiza, Malta, Liechtenstein, Irlanda, Hungría, Alemana, República Checa, Croacia, Austria y Andorra).

La ley que permite adoptar niños a los homosexuales ha ganado terreno hasta sumar 14 Estados (Holanda, Suecia, España, Reino Unido, Bélgica, Islandia, Noruega, Dinamarca, Francia, Malta, Andorra, Luxemburgo, Italia y Austria). Finlandia tiene previsto sumarse a esta lista el año entrante.

“Hasta hace unos años Europa fue el continente líder en la lucha por los derechos LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales), pero ese papel no lo desempeña más, vemos que el liderazgo del movimiento se ha trasladado a las Américas”, dice Juris Lavrikous, experto de la Asociación Internacional de Lesbianas y Gays de Europa (ILGA, por sus siglas en inglés). “Europa está profundamente dividida por motivos políticos y socioculturales. Algunos países han mostrado avances legislativos, pero siguen sin reflejarse en la vida cotidiana”, continúa.

A pesar de que el artículo 1 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea afirma que la dignidad humana es inviolable, las personas LGBTTTI siguen siendo víctimas de discriminación.

Según el último estudio en la materia elaborado por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, la mitad de las personas LGBTTTI que viven en la Unión Europea (UE) se han sentido acosadas o discriminadas por su orientación sexual en el último año, mientras que una cuarta parte asegura haber sido víctima de ataques o amenazas en los últimos cinco años.

El hostigamiento es particularmente marcado en el ámbito escolar, 81% de las personas menores de 18 años dice haber oído comentarios negativos o conductas despectivas contra compañeros de clase homosexuales.

“No sólo hay un estancamiento en el progreso por la defensa de los derechos de los LGBT, estamos presenciando tendencias altamente preocupantes”, resalta Lavrikous.

Los focos de alerta están sobre Rusia, el Estado europeo más hostil hacia los homosexuales, junto con Armenia y Azerbaiyán, donde el movimiento aún pelea por los derechos más básicos. En Moscú, la vulnerabilidad de los homosexuales ha escalado particularmente desde 2013, cuando se adoptó la ley que prohibió la propaganda gay. La normativa, usada para eliminar todo tipo de expresión pública por parte de esta minoría se sumó a leyes restrictivas previas, como la prohibición de la adopción a las parejas del mismo sexo y la criminalización de la blasfemia —por la que se proscribe la “promoción de la homosexualidad”—.

“El enfoque ultraconservador ruso se está convirtiendo en un movimiento que comienza a contaminar a los países vecinos [como Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Lituania, Letonia, Hungría y Moldavia] y a manifestarse de distintas formas con un solo objetivo: evitar que el movimiento LGBT se exprese en público y se presente como una variante sexual que es aceptada”, explica Lavrikous.

Igualmente inquieta el avance de la extrema derecha en la Europa rica, un movimiento intolerante hacia todas las minorías. En Francia, el Frente Nacional estuvo detrás de la gran movilización que tomó las calles de París, en 2012, para protestar contra el proyecto de ley que legalizó el matrimonio homosexual.

“La ultraderecha crece porque está explotando los miedos de la gente y, cuando se presentan esos escenarios, lo diferente, lo desconocido, lo incómodo, se convierte en blanco de rechazo, ese es uno de nuestros mayores temores”, señala. También preocupa el creciente uso de instrumentos democráticos para organizar referéndums dirigidos a frenar el avance de los derechos LGBTTTI, como en Croacia, Eslovaquia y Suiza, y el hecho de que las garantías individuales han quedado relegadas ante las crisis, desde la financiera, hasta la generada por el Brexit. “Estamos viviendo una época de alto grado de inestabilidad e incertidumbre, pero lo que sí está claro es que Europa lejos está de ser un continente donde hay respeto por los derechos y las libertades”, dice.

Según el último ranking difundido por ILGA, ningún país europeo ofrece un trato equitativo en lo que se refiere a legislación. Malta, el más progresista de todos, registra un avance de 88%, seguido por Bélgica (82%), Reino Unido (81%) y España y Dinamarca (71%), respectivamente). “Desde la perspectiva europea, el mayor desafío es cómo ganar el corazón y la mente de la gente, porque sabemos que es la única manera de conservar los avances alcanzados a largo plazo... Una legislación no representa el fin de la lucha”, señala.