Washington.— Hillary Clinton podría convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Si en noviembre supera el último obstáculo que le queda y gana a su rival Donald Trump, la ex primera dama, ex senadora y ex secretaria de Estado hará historia; igual que hace ocho años el actual presidente, Barack Obama, quien se convirtió en el primer afroestadounidense en liderar EU.

Aprovechando la misoginia de su rival, Clinton está apostando fuertemente por la “carta de género”, autoproclamándose como la única capaz de defender las necesidades y derechos de las mujeres. No es un título que le venga de nuevo: el 5 de septiembre de 1995, en una conferencia sobre la mujer organizada por Naciones Unidas en Beijing, la entonces primera dama unió su imagen a una frase que todavía se recuerda: “Los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Más de 20 años después, la virtual candidata demócrata quiere recuperar ese legado.

“Durante mucho tiempo, la presidencia ha estado en manos de hombres y definida por la masculinidad”, apunta a EL UNIVERSAL Kelly Ditt- mar, doctora en Ciencias Políticas de la Rutgers University e integrante del Center for American Women and Politics, un ente de investigación pionero en todo lo referente a mujeres y política en EU. “Tener una candidata viable para la presidencia es importante para la alteración de nuestras expectativas de liderazgo”, añade.

“Evidentemente tiene el derecho de jugar la ‘carta mujer’. ¿Quién no lo haría?”, declara a EL UNIVERSAL Liza Featherstone, periodista involucrada en movimientos feministas. “La primera mujer presidenta tendría efectivamente un significado histórico. Y hacer campaña como mujer contra un hombre grotesco y sexista como Donald Trump es inteligente y más que legítimo”, justifica.

Pero Featherstone no es seguidora de Clinton, acaba de editar una colección de ensayos titulada El falso feminismo de Hillary Rodham Clinton, en la que se critican las políticas de la ex secretaria de Estado y se pone en jaque su supuesta defensa de la mujer. En su opinión, la candidata demócrata no tiene credibilidad como abanderada de la lucha feminista: “Debería haber tenido un historial mejor de liderazgo en políticas que ayuden a las mujeres”, dice, para luego mencionar varios ejemplos en los que Clinton no actuó pensando en las mujeres: políticas de austeridad y guerra, liderazgo en los cambios de políticas del bienestar durante el mandato de su marido, incremento de intervenciones militares, etc.

Según Dittmar, a la hora de emitir el voto, el género no tendrá mucha importancia. “Pocos votarán Clinton por el hecho de que sea mujer, al igual que pocos votarán Trump por el simple hecho de ser hombre”, reflexiona. Según el más reciente sondeo del Pew Research Center, 45% de los votantes creen que el hecho de ser mujer no marcará la diferencia; aun así, cuatro de cada 10 estadounidenses creen que el género le puede ayudar.

La doctora en Ciencias Políticas teme que la campaña se centre en el tema de género. Habría que hablar, dice, “sobre los otros activos e inteligencia que ella tiene, y todo candidato debe tener, para servir como comandante en jefe”.

Dadas las serias opciones de victoria de Clinton, en EU se desató el debate de si el país está preparado para una presidenta. “Absolutamente”, responde Featherstone. “El país está listo para una mujer presidenta”, corrobora la doctora Dittman, “pero todavía hay grupos e individuos incómodos o escépticos [respecto de tener] una mujer en el Despacho Oval”.

Featherston todavía tiene muchas dudas respecto a si votar por la candidata demócrata, a quien critica por sus políticas. “No creo que estemos preparados para una presidencia de Hillary Clinton, estoy aterrorizada por sus actuales políticas. Pero estoy todavía más aterrada por la demagogia racista de Trump”, confiesa.

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