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La llamada a la resistencia islámica encontró eco en el pasaje marítimo de Niza mucho antes de la matanza que se cobró la vida de 84 personas la noche del pasado 14 de julio.
Se remonta a los años 90 cuando las organizaciones terroristas del Frente Islámico de Salvación (FIS) y el Grupo Islámico Armado (GIA) constituían la mayor amenaza para la seguridad nacional francesa, y no el Estado Islámico (EI), como es en la actualidad.
Desde entonces, las autoridades galas siempre se habían adelantado a los mortíferos planes terroristas en la región.
En 2002 fue desmantelada una célula de Al-Qaeda durante una operación conjunta, entre autoridades italianas y francesas de la localidad de Menton, que tenía como propósito hacer estallar un coche bomba en el estacionamiento del Palacio de Justicia de Niza.
Otra célula islamista, activa en Cannes, Torcy y Sarcelles, fue desarticulada en 2012 teniendo en mente golpear el carnaval de la ciudad ubicada en el sur de Europa.
En 2015, Moussa Coulibaly, armado con un cuchillo, atacó a tres militares que resguardaban un centro comunitario judío también en Niza; fue detenido de inmediato.
Pero los acontecimientos no han sido aislados. Durante años, la Costa Azul ha constituido un terreno propicio para la difusión de ideologías radicales y el reclutamiento de combatientes para la yihad.
El departamento de los Alpes Marítimos ha reportado el caso de unos 55 residentes que han salido a Irak, Siria y Libia para unirse a las filas del Estado Islámico, cifra que equivale a 10% del contingente francés en el extranjero.
El Centro Nacional de Asistencia y Prevención de la Radicalización (CNAPR) estima que aquí viven unos 151 individuos oficialmente clasificados como islamistas radicales, con lo cual es junto con Sena-Saint Denis el departamento más afectado a nivel nacional.
En total, las autoridades regionales siguen de cerca a unos 515 sujetos, aunque en declaraciones al diario Le Figaro, Alain Ruffion, director de Unismed, organización civil que trabaja en la prevención del extremismo violento, considera que entre 2 mil y 3 mil personas podrían apoyar al islam radical en la región.
“Es sabido que en Niza hay una radicalización doméstica”, concluyó el diputado socialista Sébastien Pietrasanta, en su informe sobre el ataque de Moussa Coulibaly.
Como muchas otras grandes ciudades de Francia, Niza cuenta con una numerosa población musulmana joven expuesta al reclutamiento por parte de predicadores radicales, particularmente aquellos que habitan en los barrios populares como Adriane, Saint Roch y Saint Augustin.
Tan sólo en noviembre pasado, luego de los ataques en París, fueron cerrados cuatro centros de culto clandestino. En total, hay unas 40 mezquitas en Niza y sus alrededores.
Es más que simbólico que Niza sea la ciudad de Francia con mayor número de cámaras de vigilancia por habitante, una por menos de 300, y sea pionera en la elaboración de medidas contra el adoctrinamiento. Unos mil 228 agentes han sido capacitados para detectar la radicalización en sus fases iniciales y fue la primera entidad francesa en considerar el modelo danés basado en la intervención de tutores para rescatar a jóvenes del abismo fundamentalista.