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El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, conocido también como El Sultán, es un político de mano dura cuyo sueño es prolongar al máximo su estadía en el poder, pero que sabe adaptarse a las circuntancias.
De 61 años, Erdogan se adhirió en los años 70 a una organización de jóvenes del partido islamista. En 1994 fue designado alcalde de Estambul, pero su carrera política pareció terminar en 1998, cuando fue condenado a prisión —donde pasó cuatro meses— tras haber recitado públicamente un poema del poeta nacional Ziya Gökalp que dice: “Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados”.
Entonces decidió moderar su postura y, tras fundar el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), en 2002 ganó las elecciones parlamentarias y asumió como primer ministro al año siguiente. Permaneció 11 años en el cargo, hasta que se lanzó como candidato presidencial en 2014. En agosto de ese año se convirtió en el primer presidente electo democráticamente del país. Acusado por la oposición de querer controlar el poder, ha perseguido por igual a disidentes y a periodistas. Su entorno ha sido acusado de corrupción. Hábil negociador, hoy busca una reforma constitucional que le dé más poder. Redacción