“Es muy importante que hagamos una convención tipo showbiz, como en la industria del entretenimiento; si no, la gente se va a aburrir”. Hace dos meses, cuando Donald Trump dijo esta frase durante una entrevista, hizo una promesa y una premonición: su equipo tendrá que recurrir a algo espectacular durante  la Convención Nacional Republicana (NRC, por sus siglas en inglés) que se celebra entre mañana y el jueves en Cleveland, Ohio, porque entre la élite de su partido el aburrimiento se empieza a sentir.

Trump llega al evento que consolidará su candidatura por el Partido Republicano (GOP, por las siglas en inglés Grand Old Party, con las que se le identifica) en mala condición: el establishment partidista no termina de darle su aprobación. A pesar de haber arrasado con el voto popular durante las primarias, y a unas horas de que inicie el “show”, existen dudas entre los republicanos sobre si Trump logrará construir unidad en torno a su candidatura rumbo a la elección de noviembre.

Un estudio publicado por el Pew Research Center la segunda semana de julio indica que 54% de los votantes republicanos piensa que los desacuerdos al interior del GOP harán que muchos simpatizantes del partido nieguen su apoyo a Trump. Sólo 38% considera que la agrupación política saldrá fortalecida y unida en torno a su figura tras la semana en Cleveland.

Esta situación es poco usual cuando las convenciones están a la vuelta de la esquina. En un ejercicio similar realizado en 2012, 65% de los republicanos aseguraba que habría unidad en torno al entonces candidato Mitt Romney. Cuatro años antes, en 2008, 63% afirmaba que habría cierre de filas con John McCain. Y un contraste más: en la tienda de enfrente, 72% de los votantes y simpatizantes demócratas actualmente cree que su partido cerrará filas con Hillary Clinton en la convención que se celebrará entre los días 25 y 28 de julio en Philadelphia, Pennsylvania.

Ausencias

El tema más comentado en las horas previas a la RNC es la ausencia de republicanos de alto perfil, entre quienes apoyarán públicamente a Trump.

Paul Ryan, presidente de la Cámara Baja, será el orador de más alto perfil, pero los grandes ausentes serán los dos ex presidentes republicanos vivos, George Bush padre e hijo. Tampoco asistirán Mitt Romney ni John McCain, los dos ex candidatos a la presidencia (2012 y 2008 respectivamente), ni algunos de los ex contendientes de Trump en las primarias, como Marco Rubio o John Kasich, quien siendo gobernador de Ohio podría haber sido anfitrión.

Las ausencias no se sentirán sólo en la arena política. De acuerdo con un reporte de Político.com, ninguno de los principales CEOs de Wall Street ha confirmado su asistencia a la convención. JPMorgan Chase, una de las instituciones financieras más importantes del país y patrocinadora de la convención en 2012, decidió no renovar su patrocinio en esta ocasión. No se verá ahí tampoco a Goldman Sachs, ni a Morgan Stanley, ni a Bank of America.

Se espera que el clímax político de la convención llegue con el discurso del gobernador de Indiana, Mike Pence, un republicano cristiano y conservador que el viernes pasado fue confirmado como compañero de fórmula de Trump como su vicepresidente.

#NeverTrump

A mediados de junio, un grupo de republicanos hizo público un video en el que, contrastando fragmentos de discursos de Trump con los del ex presidente Ronald Reagan —uno de los personajes históricos con mayor autoridad moral dentro del GOP—, promueven la idea de que se permita a los delegados que asistirán a la RNC votar por alguien que no sea Trump. El grupo, que se presenta como “Delegates Unbound” (delegados no comprometidos) cierra el video diciendo: “Delegados republicanos: actúen como les dicte su conciencia”.

La campaña se refiere a una propuesta presentada por miembros del partido, para que el primer día de la convención el comité de reglas de la RNC —un grupo conformado por 112 miembros— cambie las normas que han regido al partido para permitir que los delegados republicanos hagan un “voto de conciencia” si no se sienten cómodos votando por Trump. Pequeñas, pero ruidosas corrientes con nombres como “#NeverTrump”, “Free the Delegates” y “Save Our Party” se han sumado para ejercer presión.

El jueves, medios estadounidenses señalaron que la propuesta #NeverTrump fue desechada. Y aunque es poco probable que la presión logre cambiar efectivamente las reglas de la RNC, el peso simbólico de la oposición al interior del partido tiene su impacto.

“No sabemos qué tanto eco podrá tener, pero es una postura basada en la convicción y en los principios”, explica Juan Hernández, analista político y fundador del Centro de Estudios Estados Unidos-México de la Universidad de Texas. Hernández, republicano de toda la vida, ha manifestado abiertamente su oposición a la candidatura de Trump, en medios de comunicación y al interior del partido.

“No estoy dispuesto a ser recordado como alguien que apoya al GOP incluso cuando tiene un candidato como Trump, una persona que ha hablado mal de las mujeres, de los hispanos, de los mexicanos en particular, de los discapacitados. Sé que es difícil que cambiemos las reglas, pero tenemos que expresarnos por una cuestión de principios. Y buscar opciones”, asegura.

Valores

Uno de los mayores problemas de Trump ha sido que el partido siente que no representa los valores del GOP, situación que el magnate busca revertir con la designación de Pence, un republicano de cepa, como su vicepresidente. En otro sondeo realizado también por el Pew, a una semana de la convención, tres de cada 10 republicanos dijeron no estar de acuerdo con las posturas del multimillonario.

Danny Vargas, ex presidente de la Republican National Hispanic Assembly, organización que promueve los intereses hispanos dentro del partido, forma parte de ese grupo. “Ojalá hubiéramos tenido a otro candidato con puntos de vista más cercanos al partido y al movimiento conservador”, comenta. Para él, esta semana el partido debe centrar su atención no sólo en la campaña presidencial, sino en la contienda por el Senado y la Cámara de Representantes.

“Hace falta un Congreso que pueda poner límites en el poder Ejecutivo. Tanto si gana Trump como si lo hace Clinton, van a querer ejercer demasiado poder en la presidencia; tenemos que enfocar los esfuerzos en construir un Congreso conservador para minimizar ese efecto”, señala.

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