Madrid

Francia lleva 19 meses blindada. 10 mil militares por las calles, medidas contra la guerra química y biológica, contraataques con bombas y armas automáticas, 31 mil 400 millones de euros anuales en Defensa y un despliegue extraordinario para la Eurocopa y el Tour de Francia... Pero nada ha podido detener un nuevo golpe mortal, durante el día nacional y en un centro turístico al inicio de las vacaciones.

El ataque con un camión ha roto los esquemas de seguridad. Inspirándose en el ejemplo de atentados en Irak e Israel, Mohamed Lahouaiej Bouhlel burló el jueves todos los controles, creando un precedente que los expertos temen ahora que puedan seguir otros aspirantes a terrorista.

Desde que Francia comenzó a sufrir la ola terrorista con los atentados contra la revista satírica Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015, ningún ataque ha repetido patrón. Unas veces se trata de células entrenadas en Siria e Irak, otras de lobos solitarios que se han radicalizado en sus casas mediante internet. En algunos casos son jóvenes que no tienen relación con grupos terrorristas; sin embargo, se sienten inspirados por ellos.

Los hermanos Saïd y Chérif Kouachi se declararon miembros de Al-Qaeda y mataron a 12 personas a disparos en un solo golpe contra la redacción de Charlie Hebdo. Tras ellos, el 13 de noviembre, París vivió una sucesión de ataques suicidas con armas y explosivos en la noche de terror que culminó en la masacre de la sala de conciertos Bataclan: 137 muertos en una acción coordinada del Estado Islámico. Y junto a estos dos grandes ataques, se han producido otros de menor intensidad, como la pareja de policías asesinados por un simpatizante yihadista el 13 de junio de 2016 en Magnanville.

Sólo queda claro que el caldo de cultivo de la violencia sigue siendo la población musulmana, principalmente inmigrantes de segunda generación poco identificados con Francia y los valores laicos y republicanos.

El país cuenta con 5 millones de personas de fe islámica, cuyos organismos siempre se apresuran a condenar todos los atentados, como hicieron ayer con el de Niza. Pero los soldados que alimentan las filas del yihadismo tienen unas características muy determinadas. Por lo habitual son jóvenes desencantados, furiosos, que encuentran una inspiración en el salafismo.

También tiene una especial relevancia que el ataque sea en Niza. Esta ciudad balneario de 340 mil habitantes es uno de los bastiones de la extrema derecha del Frente Nacional. El partido de Marine Le Pen es la segunda fuerza del municipio y exhibe un discurso receloso contra los magrebíes que a partir de los 60 se instalaron a trabajar en la ciudad.

Mientras tanto, es a los hijos de esos inmigrantes a los que intenta seducir el yihadismo. Desde Niza, donde el desempleo (15%) y la frustración son amplios, el gobierno calcula que han partido más de un centenar de combatientes hacia Siria e Irak. Francia, en total, tiene al menos 645 ciudadanos luchando en Oriente, y otros 200 han regresado ya.

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