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Después de 101 años, 10 meses y 11 días de la trascendental inauguración del Canal de Panamá, que el 15 de agosto de 1914 nació como uno de los más importantes enclaves de Estados Unidos en el hemisferio occidental durante la convulsa época de los albores de la Primera Guerra Mundial, la historia continental y su impacto en el resto del orbe vuelven a girar en la más delgada cintura de América.
La ampliación del canal fue aprobada por el pueblo panameño en referéndum en octubre de 2006 e iniciado en septiembre de 2007. Catalogado reiteradamente como uno de los más importantes megaproyectos de América Latina y el Caribe en el siglo 21, hoy es inaugurado en los litorales de Panamá en el Pacífico y el Atlántico.
La apertura —que implica la entrada en operaciones de las nuevas esclusas Agua Clara, en el Atlántico, y Cocolí, en el Pacífico, como puntos de acceso— se registrará tras un accidentado proceso de construcción que mezcló conflictos técnicos, científicos, financieros, laborales y hasta políticos y que mantiene ardiendo una hoguera de controversias pese a que las nuevas edificaciones tienen luz verde para iniciar tareas.
El acto inaugural incluye un espectáculo musical con más de 150 artistas para los 5 mil espectadores que podrán estar en Agua Clara y 15 mil en Cocolí. Unos 11 mil agentes policiales vigilarán la ceremonia a la que asistirán al menos 11 jefes de Estado, el rey emérito de España, Juan Carlos, y delegaciones de medio centenar de países, así como autoridades panameñas.
Cocolí y Agua Clara están instaladas en áreas aledañas al ya viejo canal, considerado como una de las maravillas de la ingeniería planetaria en el siglo 20 y que, con su irrupción, revolucionó las comunicaciones mundiales. Las dos nuevas esclusas se incorporan a la acelerada transformación de tres estratégicas actividades económicas globales y sus redes paralelas: transporte marítimo, comercio e industria portuaria. La nueva ruta, presupuestada en 5 mil 250 millones de dólares aunque por reclamos adicionales aumentó a 5 mil 430 millones de dólares, permitirá el tránsito de buques de mayor calado que los que tradicionalmente cruzaron por la vía abierta en 1914 y que comenzó a ser construida en 1904.
Por las tres viejas esclusas (Miraflores, Pedro Miguel y Gatún) sólo pueden transitar buques Panamax con máximo de 249 metros de eslora, 32.2 de ancho y 12 de calado. Pero por las nuevas se triplicarán los volúmenes de carga hasta 13 mil contenedores por nave, ya que cruzarán embarcaciones de más capacidad —Neopanamax— con topes de 366 metros de eslora, 49 de ancho y 15.2 de calado, lo que abrirá el paso a los buques de Gas Natural Licuado (GNL), que no caben por las esclusas actuales.
El portacontenedores Andronikos, de la naviera China Cosco Shipping, con capacidad máxima de 9 mil 400 toneladas, ganó en abril pasado en un sorteo el derecho de cubrir el primer recorrido, que será de Agua Clara a Cocolí. Pagará unos 600 mil dólares en peaje.
“Es con mi mayor orgullo y admiración que completamos este proyecto insignia”, dijo el panameño Jorge Quijano, administrador de la estatal Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y a veces cuestionada figura principal para la dirección del megaproyecto. La expansión, afirmó, “redefinirá la industria marítima global de como la conocemos hoy”.
Ampliado, el canal se consolida como insignia de un país cuyo gran activo es su posición geográfica y que, al independizarse de Colombia en 1903 (con la ayuda de Estados Unidos y de su billetera), asumió el dólar desde 1904 como moneda legal. Otras llaves de la ecuación panameña son la Zona Libre de Colón, inaugurada en 1948, y el Centro Bancario Internacional, instalado en 1970.
Durante muchos años Panamá luchó por recuperar el control del canal, cuyos derechos a perpetuidad quedaron en manos de EU desde la firma de un tratado en 1903. En 1977, los panameños lograron modificar el dominio y finalmente Washington devolvió a Panamá, en 1999, el control de la ruta interoceánica por la que pasa 6% del transporte marítimo mundial anual.