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“Un vecino quiere vender su piso. Ya tenía un comprador que le dijo que se lo quedaría si Reino Unido votaba seguir en la Unión Europea. Así que el piso sigue sin vender por culpa del Brexit”, cuenta Wendy Simpson, una ex ejecutiva británica jubilada en Xàbia, España. El negocio fallido de su vecino es uno de los ejemplos con que describe el limbo en el que ha quedado el millón de británicos que se estima residen en España.
“No queremos volver a Reino Unido. Adoramos España y esperamos estar contribuyendo a su economía. Nuestra casa y nuestros amigos están aquí y me he esforzado mucho para aprender español”, explica Simpson, conmocionada por la votación del jueves. “Pero para quedarnos, necesitamos que se mantengan nuestras condiciones”, explica. Se refiere especialmente al acceso a los servicios de salud pública de los que puede disfrutar gracias al sistema europeo de reciprocidad, en el que unos países compensan a otros por los nacionales que viven fuera de su territorio.
Margaret Hales vive con su marido desde hace una década en Benitachell, Alicante, y ha sido una de las grandes activistas en la región en favor del voto por la permanencia en Europa. Ahora se dice horrorizada por las consecuencias que el Brexit tendrá no sólo a nivel global, sino en su vida cotidiana.
“Este no es el resultado que queríamos los miles de británicos que vivimos en España. Muchas de las maravillas de residir aquí derivan de nuestro estatuto de ciudadanos europeos: desde la posibilidad de ser candidatos en las elecciones municipales hasta los servicios sociales. Algunas cosas son pequeños detalles, pero nos hacen parte de la familia. Ahora lo peor es la incertidumbre. Nosotros hemos cancelado la transferencia de nuestras pensiones por culpa del cambio tan gravoso de libras a euros. Tenemos en torno a 70 años y estamos sanos y activos, pero para vecinos con 20 años más, esta indefinición es muy angustiosa”, explica. España, el país de la Unión Europea (UE) con más británicos, intentó ayer tranquilizar a estos expatriados asegurando que sus condiciones no cambiarán y seguirán siendo tratados como cualquier ciudadano de la Unión.
Pero ese compromiso durará sólo lo que Londres tarde en dejar de ser miembro del club: es decir, como máximo, dos años. Nadie sabe cuáles serán después los derechos de los británicos residentes en otros países de la UE. El problema es serio en una economía europea hiperconectada. España es uno de los grandes perjudicados del Brexit dado su especial atractivo para los británicos, quienes, según el Colegio de Registradores, encabezan la compra de vivienda de extranjeros en el país (21% de adquisiciones en 2015).
Si la seguridad jurídica se reduce, la libra se deprecia y la economía británica sufre, se notará en las casas que los expatriados compran en la costa española. El turismo también se verá impactado. Los británicos lideran las llegadas a España, con casi 16 millones de visitantes el año pasado que gastaron 14 mil 507 millones de euros. También miles de trabajadores que se emplean como comunitarios perderían ese derecho.
Ayer, la Bolsa española cayó 12.35%, el mayor desplome de su historia. La credibilidad de la UE y el euro, el escudo que ha permitido que sigan llegando inversiones a una economía con más de 20% de paro y una deuda de 100% del PIB, se dañó. Son las consecuencias macroeconómicas de una votación que amenaza con complicar la merecida jubilación de Wendy y Margaret.