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Las autoridades a cargo de investigar los hechos que envolvieron los acontecimientos de la masacre en Orlando, Florida, el pasado 12 de junio, han indicado que en el club Pulse se encontraban poco más de 200 personas cuando irrumpió el asesino Omar Mateen con sus armas en mano, asesinando a 49 de los presentes e hiriendo a 53 más. “Por obvias razones, los medios mundiales se han centrado mucho más en estas 102 personas que perdieron la vida o fueron físicamente heridas. Pero hay otro centenar de heridos”, comenta la siquiatra Gabriela Cora, especialista en experiencias traumáticas, en entrevista con EL UNIVERSAL.
Poco más de un centenar de personas lograron salvar la vida y no ser heridas físicamente; “sin embargo, sí están heridos y quizás la mayoría de ellos con heridas más profundas y difíciles de sanar que las físicas. Y en realidad los 53 que han sido atendidos en los hospitales, fueron doblemente heridos, porque al igual que los demás sobrevivientes, llevan las heridas del trauma en sus mentes”, comenta la doctora Cora. Así las cosas, “sumarían más de 153 las personas que desde la madrugada del 12 de junio abrieron un episodio muy difícil de llevar en sus vidas y que necesitarán mucha ayuda, voluntad y tiempo para sanar”, concluyó la especialista.
Ameris Ramos, puertorriqueña de 29 años de edad, estuvo ahí. Lo desgarrador de su relato y lo dramático de su llanto apenas transmiten una mínima parte de su vivencia. “Nosotros estábamos, por lo menos yo y mis amistades, en la pista de baile y escuchamos unos disparos, como unos cinco disparos, y nos quedamos como ‘¿será parte de la música?’; no sabíamos qué era. Y cuando yo estoy en el teléfono, cuando alzo la vista, veo al muchacho [Omar Mateen, el asesino] frente a mí, cargando la pistola… y cuando yo lo veo, obviamente salí corriendo, me agacho y me escondo en una mini barra que había en la parte de atrás que es semicircular y me encuentro con mi otro amigo ahí. Cuando miro hacia atrás, el muchacho que viene detrás de mí cae al suelo porque le dieron como tres disparos y se estaba tratando de arrastrar para poder salir”.
Ramos continúa entre sollozos: “Estuvimos ahí atrás como unos 20 minutos; nunca paró de sonar, fueron demasiados tiros, y en una sentimos como que él [el asesino] viene donde nosotros. Mi miedo era que nos descubriera. Donde estábamos había un cartón y yo lo doblé para que a él no se le hiciera fácil encontrarnos”. Para ese momento, el grupo policiaco SWAT ya había ingresado a las instalaciones del club y se toparon con Ameris y su amigo. Los oficiales pudieron sacarlos. En el transcurso pudieron percatarse de lo terrible del atentado. “Literal, había una piscina de sangre y un montón de gente muerta en el piso. Fue horrible, de verdad”, termina diciendo esta mujer quien logró salvar su vida. “Indudablemente [ella] carga heridas sicológicas muy profundas que debe atender con mucha dedicación y respaldo de sus seres queridos, quienes juegan un papel muy importante en la recuperación de ella y de cada uno de los heridos psicológicamente”, dice la siquiatra Gabriela Cora.
Ameris hace un llamado al mundo entero: “Yo no soy gay, basta ya de que la gente quiera clasificar a las personas; o eres cristiano o eres ateo o eres gay o eres straight: todos somos humanos y todos tenemos el mismo derecho de vivir y de salir a compartir y a disfrutar sin tener miedo de que alguien que no está de acuerdo con la vida de los demás, quiera matar. Eso no está bien. Él le destruyó la vida a mucha gente. Por favor no dejen de orar por nosotros, por el mundo entero”.