Para muchos estadounidenses los bares y discotecas gay han sido refugios libre de vigilancia, llenos de iguales y lejos de parientes, empleadores o cualquiera que pueda juzgarlos con desaprobación, o hacerles algo peor.

Es por eso que la masacre en un club nocturno de Florida fue un estridente recordatorio de la discriminación que aún enfrentan, lo que renovó los motivos de muchos para marchar el domingo en algunas de las varias manifestaciones del Orgullo Gay que están convocadas en junio.

Lo que llevó a Omar Mateen a matar a gente que bailaba y departía en la discoteca Pulse deOrlando en la madrugada del domingo aún se investiga. Pero el padre del atacante responsable por el tiroteo más mortal de la historia del país dijo a la cadena de televisión NBC News que su hijo se había enfurecido hacía poco, cuando vio a dos hombres besándose en Miami.

El presidente Barack Obama, grupos que defienden los derechos de los homosexuales y personas en las marchas del Orgullo Gay del domingo calificaron la masacre de afrenta a las libertades civiles de los homosexuales, tras una serie de éxitos legales y judiciales, como el fallo de la Corte Suprema de hace un año que dice que los 50 estados del país deben permitir los matrimonios entre personas del mismo sexo.

"Un hecho así saca a la luz el odio que aún existe por ahí", acusó Craig Baldwin, quien se unió el domingo a cientos de personas en Washington para el festival anual del Orgullo Gay, evento en el que la gente se mostró apesadumbrada y desafiante.

"Nos recuerda que debemos difundir el amor y no el odio", agregó Baldwin, director de teatro de 39 años.

Julie Sibbing, de 53 años, contenía las lágrimas al hablar del tiroteo y dijo que era importante para ella no faltar al acto en Washington. "Hay riesgos en esta vida y no vamos a dejar que el odio gane", afirmó.

"Tenemos que estar en familia hoy. Todos estamos sufriendo. Creo que de alguna manera todos queremos estar juntos hoy".

Las marchas del Orgullo Gay en las ciudades de Estados Unidos se han multiplicado desde 1969, cuando se protestó contra redadas de la policía a Stonewall Inn, un viejo bar en la ciudad de Nueva York que servía de punto de reunión a una comunidad homosexual entonces marginalizada.

Fuera del lugar, que fue designado Sitio de Importancia Histórica por su rol en el movimiento de los derechos homosexuales, se amontonaban las flores.

Algunos estadounidenses más viejos recuerdan la indiferencia de los primeros años de la crisis del SIDA en la década de 1980, cuando miles de hombres homosexuales murieron, y ven en la ola de empatía tras los ataques del domingo señales de un cambio de época.

"La comunidad gay más joven verdaderamente nunca ha visto nada tan devastador sobre la colectividad como lo que vio la comunidad más vieja con el VIH", dijo Raymond Michael Sharpe, de 55 años y cantinero en otro club gay de Orlando. "Esta vez tenemos el apoyo de todo el mundo, gracias a Dios".

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