Estos últimos días han sido intensos para Donald Trump, virtual candidato republicano a la presidencia. El magnate, quien logró sacar de la jugada a sus rivales, se enfrenta tanto a los miembros de su partido, que buscan la unidad, como al magistrado que investiga la causa por fraude de la universidad que lleva su nombre.
Gonzalo Curiel, juez federal de San Diego, ordenó —a petición del periódico The Washington Post— dar a conocer los documentos internos del colegio, a más tardar este jueves, en una demanda colectiva contra la ahora cerrada escuela de bienes raíces que era propiedad del millonario.
La Universidad Trump ha sido mencionada en anuncios políticos opuestos al aspirante durante la campaña de las primarias electorales como evidencia de que el magnate no cumple lo que promete. Sus abogados niegan que él haya actuado ilegalmente en el caso ante Curiel, así como en otra demanda colectiva en San Diego y una causa por 40 millones de dólares interpuesta en 2013 por el estado de Nueva York en la que se afirmó que más de 5 mil personas fueron perjudicadas.
A todo esto, el multimillonario ha afirmado que Curiel es alguien “que odia a Donald Trump” e insiste en que debería estar avergonzado por la forma en que ha manejado el proceso. Trump también ha cuestionado si Curiel, que es hispano, es parcial debido a las exhortaciones que ha hecho para deportar a los inmigrantes que se encuentran en Estados Unidos sin permiso.
En cuanto a las disputas con los miembros de su partido, el millonario continuó lanzando esta semana duros ataques contra los republicanos, lejos de responder a los reiterados llamados de unidad del liderazgo conservador tras su victoria en la fase de las primarias.
Pese a que logró alcanzar la cifra de los mil 237 delegados necesarios para asegurarse la nominación republicana, el magnate no ha cejado en su empeño de lanzar improperios contra algunos de sus correligionarios o minusvalorar su capacidad al frente de los cargos que ocupan.
Una persona que está en la mira del millonario es Mitt Romney, ex candidato a la Casa Blanca por el Partido Republicano en 2012, a quien el magnate decidió llamar esta semana “pingüino”.
Trump no quiso dejar sin mencionar la “falta de energía” del ex aspirante a la nominación republicana Jeb Bush, al igual que su hermano y su padre, los dos ex presidentes. Pero los descalificativos hacia ellos no son los que más preocupan en el seno de la agrupación, porque actualmente no ocupan ningún cargo electo, sino los que Trump descargó contra quienes sí se encuentran en activo.
Fue el caso de la actual gobernadora de Nuevo México, la republicana Susana Martínez, quien logró ser la primera mujer latina en su puesto en todo el país y además preside la Asociación de Gobernadores Republicanos.
El magnate reiteró en diversas ocasiones que Martínez “no está haciendo su trabajo” y la criticó por “permitir la entrada a refugiados sirios”, el aumento de residentes de Nuevo México en requerir asistencia con cupones de alimento y el incremento del desempleo en la ciudad.
El millonario también retomó su diatriba contra los inmigrantes durante la tradicional concentración de motociclistas de Washington que rinde homenaje a los veteranos de guerra, al asegurar que en Estados Unidos los inmigrantes “ilegales” son tratados mejor que los ex combatientes.
En tanto, ayer se reveló que Marco Rubio, ex precandidato republicano, descartó convertirse en el compañero de fórmula de Trump; sin embargo, dijo que se sentiría “honrado” de ayudarlo a llegar a la Casa Blanca.
Rubio, quien tuvo duros enfrentamientos contra el magnate durante la campaña por la nominación presidencial republicana, declaró que sus diferencias políticas con el millonario son muy grandes como para compartir fórmula.
Sin embargo, aseguró que espera asistir a la convención y que desea ayudar a Trump porque quiere ver a Hillary Clinton, probable candidata demócrata a la Casa Blanca, derrotada en la elección presidencial del 8 de noviembre.