El 23 de junio se acerca. A menos de dos meses de la votación para decidir si los británicos quieren seguir en la Unión Europea, no son sólo ellos los que se muestran divididos. Una posible salida comienza a provocar fisuras en el continente.
Cansados con las peticiones británicas de que se les otorgue un trato especial, lo que anima a muchos países a apostar por la continuidad de Londres no es la simpatía, sino el temor a que un contagio lleve a otras naciones a desvincularse de Europa.
El alcohol y el tabaco volverían a comprarse más baratos en los aviones ingleses si vuelven las fronteras con Europa, anuncia un tabloide británico. La conexión eléctrica con el continente está en peligro, alerta otro. El debate hierve en Reino Unido con los argumentos más variopintos.
Hace 10 días Barack Obama advirtió a los británicos que salir de la UE dañaría sus relaciones comerciales con Washington. Luego fue la OCDE la que los amenazó con una pérdida de riqueza si abandonaban el paraguas europeo. Como la opinión pública (y más la británica) se vuelve orgullosa si siente que la presionan, la respuesta a estas campañas ha sido un ascenso en los sondeos de los partidarios de dejar la UE. A pesar de ello, la preferencia por quedarse aún gana, 47% contra 41%, de acuerdo con sondeos del diario Financial Times.
Mientras, la apatía y el desánimo afectan a los vecinos. Según una medición del estado de ánimo en Europa, de TNS Kantar, a 41% de los franceses no les importaría que los británicos salieron del bloque, porque 52% piensa que eso es lo que votarán en Reino Unido. Los alemanes y los españoles son los que más desean que se queden (78% y 67%, respectivamente).
El primer ministro británico, David Cameron, convocó al referéndum, pero a la vez hace campaña por seguir en Europa tras arrancarle a Bruselas varias concesiones que profundizan en el carácter excepcional de Reino Unido (principalmente, la posibilidad de recortar los derechos a inmigrantes de otros países de Europa si Londres se viese desbordado por su llegada y el reconocimiento de que las islas no están obligadas a integrarse más profundamente en la UE).
Edouard Lecerf, director de política y sociedad de TNS Kantar, reconoce que muchos europeos están aburridos por la insistencia británica en más y más privilegios.
Sin embargo, opina que lo que preocupa a los ciudadanos son dos cosas: “El impacto negativo que tendría la salida sobre el bloque europeo y el ejemplo que supondría, porque el referéndum ha abierto una gran brecha mental: ha plantado que es concebible ‘pensar una vía fuera de Europa’ y después que esa salida puede llegar a ser real”. En esa línea, su encuestadora indicó que la proporción de suecos que verían positivamente su abandono de la UE subiría si venciera el Brexit.
Christian Lequesne, editor de la Revista Europea de Estudios Internacionales (ERIS), coincide en que los franceses temen un efecto dominó. “Hay argumentos para defender que la salida podría comportar cosas tanto negativas como positivas para Francia, pero la postura gala es poco cínica y no se detiene en cálculos fríos. La mayoría quiere que Londres se quede para tener un grupo más fuerte y evitar tentaciones euroescépticas”.
En opinión de Lequesne, “los políticos sí están preocupados, pero en la sociedad no ha habido un debate profundo porque los problemas nacionales copan la conversación, por ejemplo, la seguridad tras los atentados de París, amalgamado con el problema de la inmigración y la falta de crecimiento económico”.
Sin embargo, “sí habrá una gran controversia en caso de salida. Eso daría alas a los euroescépticos del Frente Nacional de Marine Le Pen”. El impulso que supondría para esta formación es enorme en un momento en el que las encuestas colocan a la ultraderecha como uno de los dos partidos que disputarán la segunda vuelta de las presidenciales francesas de 2017.
La situación se extrapola a muchos países. En España, la crisis política nacional capitaliza la conversación, pero no se pierde de vista lo que ocurra en Reino Unido por miedo a que desequilibre la economía y porque el Brexit impulsaría la separación de Escocia, que a su vez alimentaría al independentismo catalán.
El este de Europa desea la permanencia de Londres, pero su referéndum despierta admiración por la defensa de la soberanía nacional que muchos países (Hungría y Polonia) reclaman. Mientras, los euroescépticos de la República Checa u Holanda alientan la impresión de que, una vez que se haya activado el proceso con una eventual salida británica, comenzará la cuenta atrás para la autodestrucción de la Unión Europea: 3, 2, 1.