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Miles de trabajadores de los muelles irrumpieron en la plaza de Le Havre, ante el ayuntamiento de la ciudad portuaria, y lanzaron bombas de humo en el lugar dentro de las crecientes protestas contra una reforma laboral que suavizará las protecciones para los trabajadores franceses.
Mientras activistas sindicales interrumpían el abasto de combustible y afectaban los servicios ferroviarios y el funcionamiento de centrales nucleares, el primer ministro Manuel Valls abrió la puerta a posibles cambios en una reforma que flexibilizaría la semana laboral de 35 horas, pero insistió en que el gobierno no abandonará la ley.
El proyecto de ley, que pretende impulsar las contrataciones tras una década de desempleo casi en el 10 %, y de un lento pero corrosivo declive económico, ha provocado el mayor desafío hasta ahora al presidente de Francia, François Hollande, y su gobierno socialista.
"Podría haber mejoras y modificaciones" en la propuesta, indicó Valls el jueves a la televisora BFM. No entró en detalles sobre qué podría cambiarse, e insistió en que el "corazón" del texto debe mantenerse. Retirar la iniciativa "no es posible", señaló.
Sindicatos y trabajadores reaccionaron al gesto con rechazo.
Integrantes del sindicato CGT, que lidera las protestas, dijeron que era demasiado tarde como para alcanzar un compromiso. Muchos seguían molestos porque el gobierno forzara la aprobación del texto en la cámara baja del Parlamento sin una votación debido a la división en la mayoría socialista.
"¿Valls ha subido el tono? Bueno, ¡nosotros también!", exclamó un organizador a través de un altavoz en el puente de Normandía, donde entre 200 y 300 sindicalistas y manifestantes se reunieron para cortar el tráfico, en uno de los muchos cortes de circulación registrados el jueves en el país.
Tras abandonar el puente, por el que suelen pasar unos 12 millones de vehículos al año, activistas sindicales llevaron sus protestas a Le Havre, manejando despacio por la ciudad o cortando brevemente carreteras a pie entre los pitidos de los automóviles a su alrededor.
Entonces, los trabajadores portuarios irrumpieron en la plaza principal ante el Ayuntamiento, lanzando bombas de humo de diferentes colores y arrojando algunas de ellas a las fuentes, haciendo que el agua saliera despedida. El sonido de las sirenas y las detonaciones de las bombas de humo resonaban en el lugar.
Valls insistió en que el texto es "bueno para los trabajadores" y pequeñas empresas, y alegó que muchos de sus detractores están mal informados sobre su contenido.
Además de flexibilizar la semana de 35 horas vigente en Francia, el texto suaviza las limitaciones a la semana laboral de 35 horas, facilita el despido de trabajadores en momentos de dificultades económicas y debilita el poder de los sindicatos para establecer convenios colectivos por sectores.
Tras dos meses de protestas, las protestas subieron de tono en la última semana cuando los sindicatos pusieron la vista en la sensible industria petrolera, bloqueando depósitos y refinerías.
El gobierno ha empezado a acudir sus reservas estratégicas de combustibles y forzado el desbloqueo de algunos depósitos, pero el abastecimiento seguía siendo irregular el jueves con largas colas y límites a la compra.
El gerente de gasolinera Bernard Ballaux limitó el repostaje a 50 euros (56 dólares) de diésel, tras una semana de compras compulsivas provocadas por el pánico. Los clientes "temen que ya no tengan gasolina, así que están irritados, tensos", señaló.
Pero en el bloqueado puente de Normandía, al menos dos viajeros dijeron que no le importaba.
"Esto lo hacen por nosotros", dijo Jean-Luc Geraert, que se quedó atrapado en su destartalada camioneta blanca tras la barricada improvisada a la entrada del puente.
Geraert, pintor industrial de 55 años, dijo que Valls tiene que retirar la ley.
"Si no lo hace, va a empeorar", afirmó
jlcg