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Brasil: Michel Temer asume presidencia entre protestas

Temer hizo un llamado a "pacificar a la nación y a unificar a Brasil"

Militantes del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) protestaron ayer durante un acto de apoyo a Rousseff, tras ser suspendida del cargo, frente a la sede de la Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (Fiesp) (SEBASTIAO MOREIRA. EFE)
13/05/2016 |00:50
Redacción El Universal
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El Salón Este del Palacio de Planalto lucía ayer lleno cuando, pasadas las cinco de la tarde, Michel Temer, que acompañó a Dilma Rousseff como vicepresidente en la fórmula que ganó las elecciones de 2011 y de 2015, tomó el poder como nuevo presidente de Brasil. Fue un día intenso, ya grabado en la historia política de este país: la jornada tuvo su primer hito a las 6:33 de la mañana, cuando el Senado dio paso a la separación de Rousseff de su cargo para ser juzgada por el engaño en el informe de las cuentas públicas en el período 2014-2015. La sesión duró casi 21 horas, y muchos de los senadores (que se turnaron para dar discursos de 15 minutos) durmieron en sus despachos. La celebración en el Senado fue sobria: sea por la noche en vela o por el pretendido prestigio de la cámara, apenas el impeachment triunfó por 55 votos contra 22 y se oyeron aplausos, el presidente del Senado pulsó un timbre para acallarlos. Ayer también, a las 11:13 de la mañana, Dilma Rousseff dio su último discurso como presidenta, en el mismo Salón Este, y luego dio otro discurso para unas tres mil personas que coparon la explanada del Palacio de Planalto gritando: “¡Si no paran el juicio, paramos a Brasil!”.


“Mi primera palabra para el pueblo brasileño es: ‘confianza’”, dijo Michel Temer a su turno. En su discurso de asunción, la sala, que no es demasiado grande, desbordó de senadores, gobernadores, militares y aliados del nuevo gobierno. Temer continuó: “Confianza en los valores, en el carácter de nuestra gente, en la vitalidad de nuestra democracia, en la recuperación del gobierno nacional, en los potenciales de nuestro país, en sus instituciones sociales y políticas, en la capacidad de que unidos podremos enfrentar los desafíos de este momento de graves dificultades”. Afuera sonaban fuegos de artificio.


“Es urgente pacificar la nación y unificar a Brasil”, dijo. “Es urgente hacer un gobierno de salvación”. Algunas de estas palabras ya eran conocidas por el pueblo brasileño: el 12 de abril pasado, antes de la votación por el impeachment en la cámara de Diputados, se filtró un audio de Temer. Era un discurso de 12 minutos donde el entonces vicepresidente hablaba, también, de la necesidad de un gobierno de emergencia. Temer explicó que estaba ensayando con su teléfono, y que había pulsado una tecla por error. La presidenta Rousseff habló de conspiración.

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Temer, un hijo de inmigrantes libaneses maronitas, es abogado. Tuvo su primer cargo político en 1963, cuando se desempeñó en el gabinete de un secretario de Educación del Estado de San Pablo, que era su antiguo profesor de Derecho. En los 80, con Brasil todavía bajo dictadura, Temer fue nombrado procurador general del Estado de San Pablo, y luego secretario de Seguridad Pública. En los 90, hizo carrera como diputado. Y en 2009, luego de un acuerdo con el Partido de los Trabajadores de Lula, fue sumado a la fórmula con Rousseff.


Algunos de sus ministros más importantes asumieron ayer, junto a él. Su gabinete está conformado por nueve partidos de centro y de derecha, y no tiene ninguna mujer, algo que no ocurría desde 1985. Los ministros más resonantes son Henrique Meirelles, en Hacienda, un experto en asuntos financieros globales para enviar un mensaje al mundo de los negocios; y José Serra, en Relaciones Exteriores, un canciller de carrera política con quien Temer se alejará del “eje bolivariano”. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), de Temer, ocupa seis de los 24 ministerios del nuevo gobierno. Otros son para los partidos de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Republicano Brasileño (PRB), Progresista (PP), Demócratas (DEM), Laborista Brasileño (PTB), Verde (PV), Social Democrático (PSD) y Popular Socialista (PPS).


A la mañana, el mismo sitio que con Temer parecía un salón de fiestas, había lucido como una sala fúnebre. Rousseff habló entonces frente a un centenar de periodistas, rodeada de su gabinete y sus partidarios, que la recibieron gritando: “¡Dilma, guerrera, la patria brasilera!”.


“Yo fui electa presidenta por 54 millones de ciudadanos brasileños: lo que está en juego en el proceso de impeachment no es apenas mi condición de presidenta, sino el respeto a las urnas, al voto soberano del pueblo brasilero y a la Constitución”, comenzó. Su discurso duró 15 minutos: la mitad del que daría Temer. Pero tuvo, probablemente, el doble de carga emotiva. Rousseff contó que soportó el dolor de la tortura durante la dictadura, y dijo que ahora vuelve a sufrir: “La mayor de las brutalidades que se puede cometer contra un ser humano es castigarlo por un crimen que no cometió”.
Cuando terminó su discurso, se retiró por un pasillo, y volvió a emerger afuera del Palacio, frente a unos 3.000 seguidores que gritaban en contra de Temer, con carteles, banderas y sombrillas, bajo el sol fortísimo del mediodía de Brasilia. Allí Rousseff dio otro discurso, muy similar. Lula, que la había estado esperando antes de que tomara la palabra, la envolvió entre sus brazos. Fue un abrazo breve pero emocionado, y luego del acto cada uno se fue en su propio coche. “Estoy cansado”, fue lo único que dijo Lula. Rousseff se dirigió al Palacio de la Alvorada, la residencia oficial, y ahí guardó silencio público durante el resto del día.