Hoy es un día especial para la vida política brasileña: el Senado decide si la presidenta Dilma Rousseff debe ser sometida a un juicio político, que podría terminar en su destitución y que la alejaría del poder durante 180 días. Si eso ocurre, el vicepresidente –y actual enemigo de Rousseff–, Michel Temer, asumirá el primer cargo. Los diputados ya votaron a favor del impeachment y ahora los senadores lo elegirán o lo rechazarán por mayoría simple; es decir, con al menos 41 votos de un total de 81. Pero todo el mundo, en los pasillos del Senado, ya da por descontado que habrá juicio político. Incluso los senadores del oficialista PT.
Los congresistas tendrán hoy, desde las 9 de la mañana, la chance de tomar la palabra durante quince minutos, aunque en la oposición hay quienes están dispuestos a renunciar a ese tiempo para acelerar el trámite. Muchos de ellos ya le avisaron a sus familias que no los esperen a cenar: se rumorea que la jornada terminará en horas de la madrugada y que recién mañana se hará la esperada votación. La oposición, comandada por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) –el partido de Michel Temer, que integró la coalición de gobierno hasta marzo–, quiere llegar al menos a los 54 votos, que equivalen a la mayoría calificada de dos tercios. No es un capricho, sino el número que, una vez concluido el juicio, sería necesario para que Rousseff finalmente sea destituida.
“Los votos ya han sido declarados en la prensa, y hay más de los que son necesarios: de hecho, hay 46 senadores que se pronunciaron públicamente por el juicio político”, dijo ayer a EL UNIVERSAL el senador goiano Ronaldo Caiado, del DEM (el partido de los Demócratas, de posiciones conservadoras). “Y creo que llegaremos a un resultado cercano a los 56 votos a favor del impeachment”. Caiado describió a un país en profunda crisis: se refirió a “varias ciudades sitiadas, autopistas interrumpidas y propiedades invadidas”.
Hablaba, de ese modo, de las protestas que en 20 estados tuvieron lugar ayer en contra del proceso, organizadas por la Central Única de Trabajadores (CUT), la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST). A la vez, en Brasilia, el llamado “muro del impeachment”, un vallado de un kilómetro de largo que se extiende entre la Catedral y el Congreso, fue levantado –también ayer– para separar a los manifestantes de uno y otro bando.
“Si hubiera una encuesta, sin dudas hoy el rechazo del PT se aproxima al ciento por ciento ante tamaña violencia”, continuó Caiado. “Dilma pidió un movimiento para instigar cada vez más el enfrentamiento de la sociedad brasileña”.
No todos los senadores mantenían posiciones tan drásticas. Roberto Requião, abogado, tres veces gobernador del estado de Paraná y miembro del PMDB, dijo a EL UNIVERSAL que votará en contra del impeachment. “No es verdad que Dilma haya cometido un delito de responsabilidad”, explicó. “Y la propuesta que hay para sustituir a Dilma, que es neoliberal, radicaliza los errores que ella ha cometido hasta ahora”. Aunque Requião se considera un opositor de la política económica del gobierno del PT, dice que las medidas que Temer ya anunció son desfavorables para Brasil. “Temer es mi amigo personal”, sigue, “pero la propuesta de sus asesores es mucho peor que la de los de Dilma. Es la misma que destruyó a Grecia, Italia, Portugal, España. Es una visión globalizante, una utopía neoliberal que no contempla la solidaridad social y pondrá al país en llamas”.
Dicen que Rousseff ya aceptó su suerte y que ha empezado a mudar sus pertenencias del Palacio presidencial de Planalto al Palacio de la Alvorada, su residencia oficial, donde podrá seguir viviendo. La Alvorada será el “fortín de la resistencia”, según los petistas, y se rumorea que cuando sea notificada de la decisión que la separará del cargo, ella marchará con sus partidarios a lo largo de cuatro kilómetros, de Planalto a la Alvorada, y pasará frente al Palacio de Jaburú, la residencia oficial de Temer, donde los ánimos serán muy distintos.