Los graves episodios de contaminación ambiental, como los registrados recientemente en la Ciudad de México, en el pasado han sido utilizados en Europa para transformar el modelo de movilidad urbana y adoptar medidas encaminadas a reducir la presencia de partículas que representan un peligro para la salud.

El caso más emblemático es el de Londres, que en diciembre de 1952 vivió uno de los capítulos de contaminación más dramáticos hasta ahora registrados y al que se le adjudican entre 4 mil y 8 mil muertes, en su mayoría menores y ancianos.

La llamada crisis de “La Gran Niebla” llevó a las autoridades londinenses a emitir disposiciones legales y de sensibilización pública para atacar las fuentes de la polución; en su momento fue el excesivo uso del carbono en las fábricas y hogares; después los coches privados.

Tras décadas de acciones, algunas de ellas inéditas como fue la introducción en 2003 del peaje a los vehículos que entran al vecindario financiero, la calidad del aire ha mejorado a tal nivel que la Universidad de Mánchester concluyó en un estudio que los Juegos Olímpicos de Londres 2012 pudieron haber sido los menos contaminados en años.

Sin embargo, Londres no ha sido la única metrópoli en abordar con firmeza el problema de la contaminación, prácticamente toda Europa ha intervenido reduciendo considerablemente la presencia de partículas en la atmósfera.

Datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente muestran un descenso de las emisiones de precursores de partículas PM y PM 2.5 (10 y 2.5 micras de diámetro o menos)  entre 2003 y 2013; concretamente la presencia de carbono se redujo 61%, los óxidos de azufre 54%, el níquel 44%, los compuestos orgánicos volátiles distintos del metano 63% y el óxido de nitrógeno 34%.

Aunque algunas ciudades muestran más avances que otras. Ámsterdam, Bilbao, Barcelona, Estocolmo, París, Madrid, Viena y Varsovia, sin contar las zonas conurbanas, lideran la lucha contra los contaminantes emitidos por el transporte.

Cada una de ellas ha intervenido de manera particular ante su enemigo en común: el coche privado; por ejemplo, Estocolmo devolvió el casco viejo al peatón cerrando su paso al vehículo, mientras que Ámsterdam desmotiva el uso de automotores usando parquímetros que llegan a tarifas de hasta 5 euros.

Los resultados son evidentes; el carro representa menos del 27% del total de los desplazamientos en estas ciudades, con casos remarcables como Bilbao, París y Barcelona, en donde constituyen únicamente entre 10.9% y 13.3% (sin contar la zona conurbana); y Ámsterdam, en donde 66% son a pie o en bicicleta.

Pese a todos estos avances, las ciudades europeas no están libres de contaminación y sus ciudadanos no están exentos de los impactos adversos para la salud.

“La contaminación del ambiente genera daño en los ecosistemas y la salud, incrementa los riesgos de una amplia gama de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, con implicaciones de corto y largo plazo”, explica a EL UNIVERSAL Carlos Dora, coordinador del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Las ciudades albergan al 73% de los ciudadanos de la UE y de acuerdo con los estándares de medición europeos 16% por ciento de ellos están expuestos a concentraciones de ozono que exceden los niveles de calidad. Si tomamos en cuenta las directrices más estrictas de la OMS el porcentaje escala hasta 97%.

Como consecuencia, unas 16 mil y 430 mil personas habrían muerto en 2011 de manera prematura en los 28 socios de la Unión Europea por exposición al ozono y partículas PM, sostiene la Comisión Europea.

“Dentro de poco, 80 % de los europeos vivirá en una ciudad. La misión de la movilidad es facilitar a todos, incluidas las personas de movilidad reducida, el acceso a los centros de enseñanza, al trabajo, a la cultura, a las actividades de ocio y a los servicios de salud. Sin embargo, debido al desmesurado uso del vehículo particular propulsado por combustibles tradicionales, la movilidad urbana se percibe en muchos casos como una lacra”, afirma la eurodiputada Karima Delli, miembro de la Comisión de Transporte y Turismo, y ponente del informe sobre movilidad urbana sostenible.

Si bien la movilidad urbana sostenible gana terreno en Europa, el progreso ha sido hasta ahora lento e insuficiente, señala la eurodiputada francesa.

A decir de Delli, Europa sólo podrá hacer frente al problema de la contaminación ambiental si coloca en el centro de sus prioridades los planes de movilidad eléctrica, el impulso a modos de transporte limpios como los tranvías, los teleféricos y las bicicletas, y apoya a nuevas fórmulas como el  uso compartido de vehículos.

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