Buenos Aires

Un estudio de la Organización Mundial de la Salud decía en 2015 que más de la mitad de la población mundial respiraba aire contaminado y eso, en Sudamérica, se traduce hoy en que varias de las ciudades más grandes tienen niveles de polución catalogados como “insanos para grupos sensibles” o directamente “insanos”.

Según el World Air Quality Index —un mapa global que actualiza sus mediciones cada hora—, Sao Paulo es esta semana la ciudad más contaminada de la región, con un promedio de 183 puntos en la escala AQI (que va de 0 a 500). De acuerdo con los estándares del Index, esto implica que “cualquiera puede empezar a sentir efectos en su salud, pero los miembros de los grupos sensibles pueden experimentar efectos más serios. Los niños activos y los adultos, y la gente con dificultades de respiración como el asma, deben evitar exposiciones prolongadas [al aire libre]; todos los demás, especialmente los niños, deben limitar su exposición prolongada al exterior”.

La OMS considera aceptable un máximo de 50 microgramos por metro cúbico de aire de partículas contaminantes PM 2.5 —que son 100 veces más delgadas que un cabello y se pueden respirar directamente—, pero en Brasil hay, en promedio, el triple. En el estado de Sao Paulo, 99 mil personas murieron entre 2006 y 2011 por enfermedades respiratorias o cardiovasculares relacionadas con la polución.

“Un bidón de aire puro”

“Un médico no te puede recetar un bidón de aire puro”, explicó Evangelina Vormittag, directora del Instituto de Salud y Sustentabilidad de Sao Paulo. “Es necesario que la población entienda la gravedad del problema y ayude para que el gobierno pueda dar una respuesta”. Según las proyecciones del Instituto —peores que las de la OMS—, entre 2014 y 2030 unas 256 mil personas morirán en el estado y hasta 1 millón serán hospitalizadas. El gasto público en salud ascenderá a 500 millones de dólares por año.

Lima, que en 2014 fue la ciudad más contaminada de Latinoamérica, se ubicó esta semana en el segundo lugar. “La situación empeora en casi todos los lugares, especialmente en los países en desarrollo”, señaló María Neira, directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS, a propósito de los 38 microgramos de PM 2.5 por metro cúbico hallados en Lima hace dos años. En noviembre de 2014, la ciudad fue sede de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP20), donde se debatió cómo reducir los gases de efecto invernadero en la atmósfera y se vio que, en Lima, parte del problema tiene que ver con la cantidad de vehículos que circulan cada día: 1 millón 300 mil.

En Bogotá, la tercera ciudad más contaminada de la región, el aire se envenena con los 9 mil buses a diésel, los desechos industriales y los residuos tóxicos. Enero fue el mes más contaminado en los últimos tres años: según la Secretaría de Ambiente, la polución creció entre 33% y 45%. Las partículas se quedan en la parte baja de la atmósfera bogotana porque no se diluyen. Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia indica que reduciendo la polución entre 2010 y 2020 “podrían evitarse 21 mil muertes para mayores de 30 años y 900 muertes en menores de un año por exposición a largo plazo” y “se obtendrían beneficios económicos de alrededor de 6 mil millones de dólares en los costos de enfermedad y de más de 7 mil millones de dólares en mortalidad”.

En Santiago de Chile, quizás la ciudad más largamente contaminada de la región, las pocas lluvias y la olla en la que se sitúa contribuyen a la cortina gris de smog que continuamente se interpone entre sus habitantes y los Andes. El año pasado, las autoridades decretaron emergencia ambiental por primera vez desde 1999, se inmovilizó a 40% de los vehículos y las escuelas suspendieron las clases de educación física. “Los esfuerzos por descontaminar Santiago tienen una historia relativamente larga”, escriben los economistas Raúl O’ Ryan y Luis Larraguibel en un estudio sobre el tema, que sitúa en 1964 el monitoreo de la calidad del aire de la ciudad. “Hoy es necesario generar medidas que permitan poner bajo control las emisiones de fuentes móviles. Hay que ponerle el cascabel al gato llamado transporte”.

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