La amenaza terrorista crece en Europa y el exterior a pesar de que en los últimos 15 años Estados Unidos y sus aliados europeos han aumentado de manera constante su gasto en la lucha contra el extremismo.
Washington ha incrementado su gasto en seguridad nacional en un promedio de 360 mil millones de dólares anuales desde 2001, de acuerdo con un estudio del Departamento de Investigación del Parlamento Europeo con fecha de abril. Europa, en conjunto, también ha aumentado los recursos para tratar de contener el poder destructivo de la yihad.
El gasto de la Unión Europea en medidas antiterroristas creció de 5.7 millones de euros anuales en 2002 a 93.5 millones en 2009; el presupuesto comunitario para políticas de justicia, seguridad y libertades pasó de representar 1.25% del presupuesto del total de la UE durante el periodo 2007-2013 a 1.63% para 2014-2020.
El presupuesto europeo para Seguridad y Ciudadanía, del cual se desprenden recursos para la lucha conjunta contra el terror, aumentó de 2.5 mil millones de euros en 2015 a 4 mil millones en 2016.
A nivel nacional también ha crecido el gasto antiterrorista. Francia respondió a los ataques de enero de 2015 contra la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo añadiendo 3.8 mil millones de euros a los 31.4 mil millones de euros previamente asignados al combate a la yihad hasta 2019.
En Reino Unido, el gabinete del premier David Cameron anunció un aumento del gasto antiterrorista como respuesta a los ataques de París del 13 de noviembre; el monto pasaría de 11.7 mil millones de libras (14.7 mil millones de euros) a 15.1 mil millones (19 mil millones de euros) de aquí a 2020.
“Una mayor inversión en antiterrorismo puede ser una respuesta al recrudecimiento de las amenazas extremistas. Sin embargo, el aumento del gasto no siempre reduce la incidencia del terrorismo”, detalla el documento elaborado por Gianluca Sgueo y de uso de los eurodiputados.
Según el profesor John Mueller, de la Universidad de Ohio y autor de Terror, seguridad y dinero, las medidas antiterroristas contribuyen a disminuir las posibilidades de un ataque entre 45% y 50%.
Esto se debe a que ejercer el terrorismo es muy económico. La inversión es mínima para elaborar bombas; por ejemplo, las usadas en el aeropuerto bruselense de Zaventem y el Metro de Maalbeek, en marzo, fueron fabricadas con productos de uso doméstico como ácido sulfúrico, peróxido de hidrógeno y acetona; y sólo se requiere de un individuo dispuesto a suicidarse para captar la atención mundial y sumir a una ciudad en el caos.
El director del think tank Copenhagen Consensus Centre (CCC), Bjorn Lomborg, estima el costo de armar a un suicida con una bomba en 150 dólares, inversión que se traduce en la muerte promedio de 12 personas y la propagación del miedo entre la población. En los ataques de Londres en 2005, cada dólar gastado por los terroristas se tradujo en daños por 1.2 millones de dólares.
Lomborg sostiene que los países siguen gastando enormes cantidades de dinero en un sector muy caro y que genera pocos beneficios por cuestiones políticas y la aversión extrema al riesgo. Considera que sería más económico y eficiente impulsar la colaboración internacional y fortalecer las capacidades de instancias como Interpol.