Keiko Fujimori, la candidata a la presidencia de Perú por el partido Fuerza Popular que anteayer se impuso en la primera vuelta de las elecciones peruanas, podría convertirse, si finalmente gana la presidencia, en un nuevo exponente del giro a la derecha que parece estar dando toda Sudamérica.
Fujimori, la hija del ex presidente Alberto Fujimori —que hoy, a los 78 años, purga una condena de 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad y corrupción—, obtuvo el domingo 39.5% de los votos, mientras que el segundo candidato, el liberal Pedro Pablo Kuczynski, captó 21.5% de los sufragios. Apenas un día después de los comicios, éste arremetió: “Él [Fujimori padre] ha sido condenado por crímenes de lesa humanidad”.
Keiko Fujimori, quien tiene 40 años, asistió al colegio Sagrados Corazones Recoleta hasta 1992, cuando su padre disolvió el Congreso, y luego viajó a Nueva York a estudiar Administración de Empresas, pero debió volver cuando su padre se divorció y la nombró primera dama. A los 19, Keiko conoció el poder sin filtros. Con los años, su padre cayó, huyó y fue capturado; y ella hizo una carrera política propia, coqueteando con la herencia que había recibido: en 2006 llegó al Congreso y en 2011 se probó en la carrera presidencial por primera vez. Ollanta Humala la derrotó.
“Keiko no es especialmente carismática”, dice Gabriel Puricelli, analista internacional y vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas, de Argentina. “Ella es la representante más clara de la antipolítica. Heredó la base organizativa de su padre y se aprovechó de que Perú demostró nuevamente que tiene uno de los sistemas políticos más inestables de la región: el Partido Nacionalista Peruano, del actual presidente Ollanta Humala, no estuvo presente en la lucha de estas elecciones y este patrón, en el que el partido en el poder pierde continuidad, se repite desde los años 90”.
Una de las grandes preguntas es: ¿cómo es posible que la heredera de un político condenado por una administración corrompida pueda hacerse con la presidencia? “Perú cambió mucho: no es el mismo que el de su padre, y la intervención de la OEA y la Carta Democrática Interamericana, que defiende a los gobiernos democráticos, influyeron positivamente en su sistema político”, opina el analista Guillermo García. “Habría que darle a Keiko el beneficio de la duda. Perú firmó tratados de libre comercio con China y con Estados Unidos: portar un apellido no es necesariamente un regreso al pasado”.
En la segunda vuelta, el 5 de junio, Fujimori se enfrentará a Kuczynski. “Perú quiere la reconciliación y no quiere más peleas”, dijo ella. Para Puricelli, Fujimori sabe jugar mejor que nadie con las ganas de cambiar del electorado: “En Perú, las elecciones son más un episodio de protesta que de proyectos”.
Con información de Reuters