A la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez, en marzo de 2013, 55.9% de los venezolanos se declaraba chavista. Tres años después, apenas 29.8% se inclina hacia el oficialismo.

El debilitamiento del movimiento chavista se explica, en parte, por la muerte de un líder carismático que sólo perdió una elección en 16 años, pero también por el desplome de los precios del petróleo y de la economía. Un 76% cayeron los costos del crudo; el gasto público real del gobierno, pieza fundamental de la popularidad del régimen, descendió 44%.

Hoy, Venezuela tiene la inflación más alta del mundo: en 2014 cerró en 68.5% y en 2015 llegó a 180.9%. Eso, aunado al rechazo de los venezolanos al férreo control impuesto por el gobierno de Nicolás Maduro, contribuyó al triunfo de la oposición en las parlamentarias de diciembre, en las que se hicieron del control de la Asamblea Nacional. Desde ahí buscan poner fin al gobierno actual. Pero aún hay muchos fieles al oficialismo, que afirman que defenderán hasta el final la “revolución socialista” de Chávez.

En Argentina, la salida del poder de Cristina Kirchner marca el inicio de un periodo magro para la fuerza política de izquierda que gobernó 12 años el país; el presidente Mauricio Macri es lo opuesto a Kirchner en materia económica y política.

Con Cristina, cuyo círculo más cercano enfrenta hoy problemas judiciales, cayeron también las alianzas regionales, principalmente con Venezuela, a cuyo régimen Macri critica por violar los derechos humanos. En contraste, la relación con Estados Unidos, país que se mantuvo distante de la nación sudamericana durante el kirchnerismo, va viento en popa.

Pero en el mapa de la izquierda argentina, señala el sociólogo Carlos Altamirano, el kirchnerismo es sólo una variante, la del populismo. Está por verse cómo se manejará la izquierda reformista, dice. EL NACIONAL/LA NACION

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