El gobierno de José Mujica se caracterizó por ser una especie de “asamblea permanente”, donde el presidente continuamente lanzó temas polémicos al debate político y social, pero careció de concreciones. Prometió en la campaña electoral una profunda reforma de la Educación que ni siquiera pudo empezar en su mandato. Tampoco encaró una reforma del Estado y en materia de seguridad pública los delitos más violentos (homicidios y rapiñas) aumentaron pese al enorme presupuesto que destinó al Ministerio del interior. Durante su mandato se desvanecieron proyectos de los que habló durante cinco años, como el Puerto de Aguas Profundas, una regasificadora o la millonaria extracción de hierro en la zona este del país. La regulación del mercado de la marihuana, tema que le dio proyección internacional, no pudo instrumentarse en su gobierno. Tabaré Vázquez debió reformular el proyecto y al día de hoy se ha aplicado parcialmente. La droga se puede cultivar y vender en clubes cannabicos, pero aún no se expende en las farmacias porque las plantaciones tercerizadas por el Estado comenzaron hace un mes. Por otra parte, una vez que dejó el gobierno se lo responsabiliza por la débil situación financiera de la mayor empresa del país, el ente petrolero Ancap, que sufrió millonarias pérdidas y tiene un fuerte endeudamiento. Eso obligó este año al presidente Vázquez a capitalizar la empresa en casi 900 millones de dólares y a remover a todo el directorio de la empresa, con el consecuente costo político. La agenda de derechos, entre ellos la legalización del aborto, fue promovida por el Frente Amplio desde el Poder Ejecutivo.

En su haber, Mujica cultivó una imagen internacional como ningún otro de sus antecesores. Dio centenares de entrevistas y permitió  que Uruguay fuera motivo de conversación en todos los rincones del mundo. A modo de ejemplo, hoy un libro que recoge sus opiniones políticas (Una oveja negra al poder) es éxito de venta en países como Turquía o Japón.

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