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Durante casi 20 años, la relación de amor y odio del movimiento feminista hacia Hillary Cinton ha puesto en duda la lealtad de un electorado que representa más de la mitad del total en EU.
Su silencio cómplice durante el escándalo de Monica Lewinsky, la interna de la Casa Blanca que se convirtió en amante de su esposo Bill Clinton, la persiguió desde entonces para dejarla en una posición incómoda ante ese ejército de mujeres de su misma generación.
Hoy, sin embargo, su falta de resolución ante los intereses creados de Wall Street y su poca indignación ante esa desigualdad que ha sido la causa de una segregación económica sin precedentes y el colapso de la clase media la ha puesto en una situación de desventaja con las mujeres más jóvenes.
La brecha generacional se ha convertido en una trinchera y en una pesada losa para Clinton que encuentra serias dificultades para conectar con ese electorado femenino que prefiere a un hombre de 74 años como Bernie Sanders, un adversario que ha conseguido importantes victorias en New Hampshire y Minnesota gracias al apoyo de las mujeres.
La primera señal de alarma surgió, precisamente, tras las primarias de New Hampshire el pasado 9 de febrero. Tras conocerse los primeros resultados, Sanders, un demócrata de 74 años quien se define a sí mismo como un socialista, reclamó 55% del voto femenino.
Poco antes, en los caucus de Iowa, la campaña de Sanders había recabado 84% del voto entre las mujeres menores de 30 años. Sólo 14% de ellas decidió respaldar a la ex secretaria de Estado.
La lealtad de las mujeres hacia Clinton había sido puesta en entredicho por un hombre de 74 años capaz de entusiasmarlas e ilusionarlas con su discurso en favor de una revolución política: “Junto a Sanders, Clinton parecía una veterana actriz incapaz de interpretar bien el papel”, aseguró Maureen Dowd, columnista de The New York Times y una habitual crítica de Clinton al dejar al descubierto la ausencia de un voto femenino de bloque o corporativista en favor de la ex primera dama.
La falta de entusiasmo entre las mujeres más jóvenes desató la ira de poderosas aliadas de Hillary Clinton. Entre ellas, la ex secretaria de Estado, Madeleine Albright, quien aseguró que había “un lugar especial en el infierno para las mujeres que no se ayudaran entre sí”.
Las declaraciones de Albright, la primera mujer en convertirse en secretaria de Estado, no cayó muy bien entre ese sector femenino que oscila entre los 21 y los 35 años, que ha decidido sumar su apoyo a Sanders y que se niega a votar por una mujer por el solo hecho de serlo.
En un ambiente de desconcierto y perplejidad, la campaña de Hillary Clinton volvió a revisar sus cifras de apoyo entre ellas. El viejo supuesto, de un apoyo incondicional entre las mujeres que habían vaticinado varios sondeos, había cambiado por culpa de un candidato mucho más veterano y, en muchos sentidos, más auténtico que Clinton.
En abril de 2015, una encuesta de Pew Research vaticinaba que 69% de las mujeres votarían en favor de Clinton. Sin embargo, el sondeo no había tenido en cuenta el llamado “Efecto Sanders” y su promesa de una revuelta polítca.
“Tuvimos que regresar al punto de partida para modificar la estrategia y para evitar una confrontación directa con Sanders. Sus simpatizantes, especialmente los jóvenes, no lo perdonarían”, reconoció un estratega de campaña de Clinton familiarizado con las conversaciones.
“Entre las jóvenes el hecho de que Hillary Clinton sea mujer no es suficiente para votar por ella”, consideró Molly Robertson, de la Universidad de Harvard, en alusión a un voto femenino que no responde únicamente a la lealtad de género.
El movimiento feminista se ha transformado, principalmente en los campus universitarios donde el solo hecho de ser mujer ha dejado de ser suficiente para apoyar a alguien e impulsar la carrera de quien podría convertiste en la primera mujer que ocupa no sólo el ala Este, sino la Oficina Oval de la Casa Blanca en 227 años de historia del país.
Recientemente, en un mitin de campaña en el estado de Virginia, Molly Webber, madre de tres universitarias, se declaró fiel simpatizante de Hillary Clinton. “Creo que será una gran presidenta. Su gran experiencia como secretaria de Estado es lo que a mí me convence. Además, por supuesto, el orgullo de ver a una mujer ocupando la presidencia”, aseguró Webber.
Sin embargo, las dos hijas de Molly están en desacuerdo. Una de ellas, Elizabeth, ha decidido apoyar a Sanders por considerar que “es mucho más honesto y auténtico”.
Virginia, la menor, aún duda entre apoyar a Sanders o alinearse con su madre para respaldar a Clinton.
“Aunque sospecho que, al final, votaré por Hillary porque, si la opción es Donald Trump, prefiero mil veces a una demócrata en la Casa Blanca”, concluyó.