El mes pasado, cuando Frauke Petry fue ratificada durante una ceremonia celebrada en la localidad de Markneukirchen como líder del partido nacionalista Alternativa para Alemania (AfD), se sentó detrás de un piano para entonar junto con sus seguidores la primera estrofa de la canción “Die Gendanken sind frei” (Los pensamientos son libres).

Semanas más tarde, el 13 de marzo, con la convicción de ser la fuerza que liberará a Alemania de lo que llama “la catastrófica política de Merkel”, Petry, de 40 años, se presentó en las elecciones de tres estados federados para sacudir las estructuras políticas del país.

Establecido en 2013 y considerado por el semanario Der Spiegel como un peligro para el país, el AfD no sólo se abrió paso en los parlamentos regionales, sino que se posicionó en cada una de las regiones como una de las tres fuerzas políticas más grandes.

El avance del partido de Petry, que defiende el uso policiaco de armas contra los migrantes, no es un fenómeno exclusivamente alemán. El populismo nacionalista antieuropeo avanza por todo el viejo continente y vive un auge en plena crisis migratoria y de seguridad por los ataques terroristas de Bruselas y París.

“Los movimientos de extrema derecha marchan viento en popa en Europa, desde Alemania y Dinamarca hasta Francia”, dice a EL UNIVERSAL Gaspard Estrada, politólogo de la Universidad de Sciences Po de París.

En la misma sintonía, Camino Mortera, investigadora del Centre for European Reform (CER), señala en entrevista que los recientes atentados suicidas en Bruselas avivarán aún más el “voto del miedo” que tanto beneficia a los ultras.

En Francia, el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen hizo historia en diciembre pasado al ser el partido más votado en la primera ronda de las elecciones regionales; en Austria la ultraderecha del Partido de la Libertad (FPÖ) dobló sus resultados en los últimos comicios regionales; en Bélgica el partido nacionalista Bart De Wever (N-VA) es el más popular de Flandes, mientras que en Hungría los ultras del movimiento Jobbik consiguieron su primer escaño en el Parlamento de Budapest en la última cita con las urnas.

Además de Italia, Reino Unido, Dinamarca, Suiza, Eslovaquia y Polonia, las fuerzas nacionalistas crecen como espuma en países tradicionalmente tolerantes: los Demócratas de Suecia, acusados por sus detractores de simpatizar con el movimiento neonazi, consiguieron en los últimos comicios 48 escaños de los 349 que forman la asamblea legislativa, en tanto que las encuestas en Holanda sostienen que de celebrarse hoy elecciones el Partido por la Libertad de Geert Wilders se convertiría en el más grande, con 33 escaños, 18 más que en la actualidad.

Los expertos coinciden en que cada una de las agrupaciones ha ganado terreno desde el estallido de la crisis económica en 2008 y utilizando la misma fórmula de campaña electoral: no a la migración, no a Europa y sí al cierre de fronteras, como solución a los problemas nacionales, como el aumento de la desigualdad, la erosión del estado de bienestar y la pérdida de la identidad.

“Los ataques terroristas completan el discurso de los movimientos de la extrema derecha, porque les permiten culpar a los migrantes de la violencia. En realidad es un discurso simplista que escapa a la realidad. Los atentados terroristas no están siendo ejecutados por extranjeros, sino por individuos que nacieron en Europa, y Merkel abrió la llave de la migración porque sabe que el país enfrenta un severo déficit demográfico y Alemania necesita tomar medidas para mantener el crecimiento económico”, explica Estrada.

Como consecuencia del avance electoral ultra, muchos partidos de izquierda, agrupados dentro del grupo socialista del Parlamento Europeo, y cuyos principios se basan en la defensa de los derechos humanos y laborales, están apoyando la implementación de políticas invocadas por la extrema derecha.

Lo mismo está sucediendo con los partidos de centroderecha pertenecientes a la familia del Partido Popular Europeo, principal impulsor del proyecto de construcción europea y del fortalecimiento de políticas colectivas en ámbitos como la inmigración y el asilo.

“Hay una derechización de la sociedad y los partidos políticos están ajustando su discurso en fusión de las inquietudes de los electores, aun cuando son contrarias a los valores del partido”, asegura el politólogo.

Un caso emblemático entre los socialistas es el del presidente François Hollande, quien obligado a responder con firmeza a los ataques terroristas, está impulsando una reforma constitucional que contiene elementos contrarios a los ideales socialistas, como es el poder retirar el pasaporte francés a los yihadistas con doble nacionalidad.

Entre los conservadores sobresalen Dinamarca y Hungría. En respuesta a la pujanza del Partido Popular danés, una fuerza antiinmigración y antieuropea, Venstre, el partido liberal del primer ministro Lars Lokke Rasmussen, impulsó recientemente una ley que permite confiscar cualquier objeto de valor a los refugiados para financiar su estadía, mientras que el primer ministro húngaro Viktor Orbán, líder del conservador Fidesz, con la mirada puesta en las elecciones generales de 2018, está levantando vallas en la frontera sur de su país y saboteando toda respuesta de la UE para enfrentar colectivamente el éxodo migratorio.

Mortera prevé que las políticas antieuropeas y antimigratorias aumenten como consecuencia de la masacre en el Metro de Maalbeek y el aeropuerto de Bruselas, que se cobró más de 30 vidas y dejó alrededor de 300 heridos. “Habrá mayores políticas en contra de los refugiados y de distanciamiento con el proyecto europeo”, vaticina la analista del CER. “Además, los ataques en el corazón de Europa van a propiciar la subida de partidos como el AfD alemán, el Frente Nacional francés o el UKIP (Partido por la Independencia de Reino Unido), porque van a aprovecharse de la frase de: ‘se los dijimos y no nos hicieron caso’”.

Uno de los primeros en movilizar sus tropas para sacar provecho de la tragedia belga ha sido el FN. Su líder, Marine Le Pen, llamó al “cierre total de las fronteras” y aseguró que los atentados fueron resultado de la “laxitud y años de buenos sentimientos” del gobierno.

“Este es el resultado: todos estamos en peligro, todos estamos ante el temor de que estos ataques se repitan en cualquier momento y lugar”, dijo la política francesa de extrema derecha.

UKIP, FN y AfD, tres de los mayores exponentes de la ultraderecha europea, tendrán cada uno, en sus trincheras correspondientes, una oportunidad única para echar abajo el proceso de integración del bloque y, de acuerdo con los expertos, usarán incluso el sufrimiento causado por las agresiones terroristas para alcanzar su objetivo.

El futuro de la Europa unida es más incierto que nunca.

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