Si la mexicana Margarita Oleta hubiera decidido asistir a su desayuno antes de lo agendado, probablemente hoy no estaría abrazando a sus hijos de 3 y 17 años.

Poco después de las nueve de la mañana, la connacional viajaba en la línea 5 del Metro de Bruselas, cuando estalló un artefacto explosivo en Maelbeek, estación ubicada a espaldas del Consejo Europeo, donde se reúnen con regularidad los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea.

“Mi cita era en la estación Arts-Loi, la siguiente parada de Maelbeek (…) Por fortuna apenas estaba en esa dirección, cuando me obligaron a salir del Metro sin mayor explicación”, dice a EL UNIVERSAL Oleta, ama de casa que radica en Bruselas desde hace 17 años.

“Fue muy extraño, de pronto me entró mucho miedo, me sentí amenazada, sentí que tenía que salir con rapidez de la zona, pero no era posible porque todo el transporte había colapsado; fue una angustia muy fea la que sentí”, continúa. “Sabía que iba a pasar algo en cualquier momento, pero la pregunta era cuándo. Me siento muy afortunada. ¡Sí qué estuvo cerca!”.

Sin embargo, no todos corrieron con la misma suerte de Oleta durante una mañana del martes que será recordada como la más sanguinaria en Bruselas desde que se convirtió en sede de las instituciones europeas.

Un doble atentado terrorista registrado en hora pico en el Metro y aeropuerto de la ciudad se cobró la vida de 34 personas y dejó más de 200 heridos: el primer golpe extremista tuvo lugar alrededor de las 7:50 horas en la sala de registro de American Airlines del aeropuerto internacional de Zaventem, ubicado al noreste de Bruselas.

En el lugar, caracterizado por ser una zona espaciosa y abierta, en la que están en hilera todos los mostradores de registro de viajero y equipaje, se escucharon dos detonaciones, con una breve diferencia de tiempo entre ambas.

Un comando kamikaze, aparentemente integrado por tres individuos, utilizó explosivos con clavos para causar el mayor daño posible. Dos terroristas se inmolaron con explosivos, mientras que un tercero está prófugo, informó la policía federal.

“Todos comenzamos a correr por nuestras vidas, no sabíamos adónde ir, era caos total, pánico total. El pánico era absoluto, una situación terrible”, di ce una maestra que viajaba con un grupo de 38 estudiantes, quien se encontraba registrando maletas en el mostrador número seis cuando tuvo lugar la primera explosión.

La bruselense no daba crédito a las explosiones en la terminal aérea, cuando otra detonación cimbró a las 9:20 horas la estación del Metro de Maelbeek, muy concurrida por oficinistas, personal que trabaja en agencias especializadas de la UE y el sector del lobby. A partir de ese momento el pánico, la incertidumbre y el miedo se apoderaron de la urbe. Los servicios de transporte público colapsaron; las compañías de telefonía celular suspendieron sus servicios durante horas a solicitud de las autoridades, al tiempo que el sonar de las sirenas aumentaba en volumen y frecuencia por el vecindario castigado por la barbarie.

La mayoría de la ciudadanía acató la recomendación de permanecer en sus hogares, pero a medida que transcurrió la tarde, desoyendo el aviso, muchos acudieron de manera espontánea frente a la Bolsa (Beurs), uno de los lugares más icónicos de Bruselas, para depositar una flor, una vela o pintar sobre el pavimento un mensaje de solidaridad.

A los más graves atentados terroristas en la historia de Bélgica, el primer ministro Charles Michel respondió prometiendo castigar a los terroristas. “Haré todo lo posible para defender nuestras libertades”, afirmó Michel, quien decretó tres días de luto nacional. El premier también elevó el estado de emergencia de 3 a 4, su nivel máximo, esto implica seguridad reforzada en las fronteras y la llegada de más fuerzas militares para patrullar las calles, unos 230 hombres extra.

Por su parte, el rey Felipe de Bélgica se dirigió a la nación para pedir unidad nacional y condenar el atentado calificándolo de “cruel y cobarde”.

Michel dijo que pese a que el Estado Islámico se ha adjudicado el atentado, los servicios de inteligencia están aún verificando la información. Igualmente indagan si tienen relación con la detención hace cinco días del terrorista más buscado por los ataques de París, Salah Abdeslam, durante un operativo en el célebre barrio de Molenbeek.

Además, las fuerzas de seguridad realizaron allanamientos en distintos domicilios de Bruselas, una ciudad conocida por ser refugio de yihadistas y que emergió como el epicentro en donde fueron diseñados los ataques suicidas registrados en París el pasado 13 de noviembre.

La denuncia de un taxista habría conducido a la policía belga al escondite en donde se habrían preparado los atentados con bomba en la terminal aérea de Bruselas.

De acuerdo con información extraoficial, la policía llegó al domicilio de la comuna de mayoría musulmana de Schaarbeek, luego de que el taxista reportara haber llevado tres individuos al aeropuerto de Zaventem.

El chofer notó que actuaban de manera sospechosa: por ejemplo, no dejaron que les cargara las maletas. Tras enterarse de las dos explosiones en el aeropuerto, el conductor acudió a la policía para dar los pormenores del domicilio al que pasó a recogerlos para luego trasladarlos a la terminal.

En el domicilio, las fuerzas especiales encontraron una bomba con clavos, el mismo artefacto explosivo usado en el aeropuerto; una bandera del Estado Islámico y productos químicos.

No es la primera vez que yihadistas utilizan el deprimido vecindario de Schaarbeek como guarida.

Horas después de los atentados, el Estado Islámico se adjudicó la agresión en un comunicado difundido en árabe y francés, aduciendo que Bélgica “participa en la coalición internacional contra el EI” y amenazó con que habrá “días oscuros” para los países que participan de tal alianza: “Lo que viene será peor y más amargo”.

Con información de agencias

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses