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Cuando el niño Barack Hussein Obama II nació el 4 de agosto de 1961 en Hawai, el cubano Fidel Castro Ruz estaba a nueve días de cumplir 35 años, pero ya acumulaba 31 meses como líder de la revolución instalada en 1959, a sangre y fuego, en Cuba.
A mediados de abril de 1961, sólo tres meses y medio antes del nacimiento en Honolulu del ahora presidente de Estados Unidos, la revolución se proclamó socialista y tropas contrarrevolucionarias cubanas organizadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) sufrieron un estrepitoso fracaso frente a las fuerzas de Castro en una invasión armada a Cuba por Bahía de Cochinos, en el litoral sur de la isla.
Ahora con 54 años y en un viaje trascendental en las relaciones mundiales, Obama se dispone a visitar, de domingo a martes, al incómodo vecino que se atrevió a desafiar a EU con una revolución comunista a poco más de 160 kilómetros de territorio estadounidense y se alió hasta 1991 con la ya desaparecida Unión Soviética, su rival geopolítico de la segunda mitad del siglo XX.
Castro, protagonista central de los múltiples enfrentamientos entre La Habana y Washington desde 1959, ya tiene 89 años y aunque sigue siendo una figura esencial en los asuntos cubanos, en 2006 se retiró por problemas de salud y cedió los poderes a Raúl, su hermano menor, general y personaje fundamental en 57 años de revolución, cumplidos en enero pasado.
Pese a que persisten las desavenencias entre los dos países, la historia continental cambiará a partir de mañana con la consolidación del deshielo iniciado en diciembre de 2014 por Obama y Castro, ya con 84, para normalizar nexos bilaterales.
“Existe una historia complicada entre EU y Cuba. Yo nací en el año 1961, poco más de dos años después de que Fidel Castro tomara el poder en Cuba, y pocos meses después de la invasión por Bahía de Cochinos, la cual trató de derrocar a su régimen”, explicó Obama al anunciar el inicio del deshielo.
“Durante las décadas subsiguientes, las relaciones entre nuestros países se desarrollaron teniendo como telón de fondo la Guerra Fría y la férrea oposición de EU al comunismo. Nos separan apenas 90 millas. Pero año tras año, una barrera ideológica y económica se ha ido fortaleciendo entre nuestros dos países”, admitió.
Malestar anticastrista. Aunque las murallas comenzaron a caer, la visita de Obama incomoda al anticastrismo de Florida, que denuncia la represión en la isla y acusa al aparato unipartidista del Partido Comunista de cercenar las libertades civiles con presidio político. “A menos que los Castro se vean obligados a cambiar su forma de gobernar la isla y la forma en que explotan a su gente, la respuesta a esto no va a ser diferente: el régimen de Castro será el beneficiario” de la visita de Obama, advirtió el cubano-estadounidense Bob Menéndez, senador por el Partido Demócrata.
El viaje de Obama “tiene tragando saliva a más de uno”, aseguró el cubano Randy Alonso, director de Cubadebate, medio de prensa controlado por la revolución cubana. “Lloriqueos, quejumbre, rabia; así andan algunos personajes del odio, que han intentado por décadas hacernos pagar por nuestra rebeldía”, afirmó.