“Está claro que aunque estamos del lado correcto, este año no estamos del lado ganador”. Con esas palabras, el senador Marco Rubio se despidió anoche de sus aspiraciones presidenciales por este año, luego de su derrota en las elecciones en Florida, su estado natal.
“No está en el plan de Dios que yo sea presidente en 2016”, añadió Rubio, de origen cubano, una vez que las principales cadenas de televisión de Estados Unidos anunciaron el triunfo, con 46% de los votos, del magnate de los bienes raíces Donald Trump.
Rubio tuvo que conformarse con 27%. De 44 años, el senador no logró que su campaña despegara, a pesar de que los líderes del Partido Republicano habían puesto en él sus esperanzas para frenar el avance de Trump, un aspirante ajeno al establishment y quien apodaba al senador “el pequeño Marco”. Analistas veían en Rubio al candidato que podría haber llegado a un sector más amplio del electorado en las generales, dado que el otro contendiente con posibilidades de derrotar a Trump, el senador por Texas Ted Cruz, es cuestionado por su conservadurismo.
En su discurso de anoche ante sus seguidores y miembros de campaña en Florida, Rubio recordó que “Estados Unidos está en medio de una verdadera tormenta politica”. “Pido al pueblo estadounidense que no caiga en el miedo y en la frustración”, añadió el senador hispano.
Sus padres, Mario Rubio y Oria García, emigraron por razones económicas a Miami en 1956, dos años antes de que Fidel Castro tomara el poder en la isla. Rubio, claramente anticastrista y contrario a la política de acercamiento a Cuba del presidente Barack Obama, presentaba la historia de su familia como “la esencia del sueño americano”.
Casado y con cuatro hijos, trabajó en la campaña del candidato republicano Bob Dole y el ex gobernador de Florida Jeb Bush fue su mentor político.
Rubio formó parte de la “Banda de los Ocho”, cuatro senadores demócratas y cuatro republicanos que redactaron la reforma migratoria, aprobada en el Senado en junio de 2013 y bloqueada por los republicanos en la Cámara Baja.
Durante la campaña, Rubio giró a la derecha y prometió mano dura en inmigración. Su mandato como senador termina en enero de 2017 y él ha dicho que no se presentará a la reelección. Ahora, los 163 delegados que había conseguido serán, en su mayoría, libres de apoyar al candidato de su elección, a menos que Rubio trate de revivir su campaña en caso de que la convención republicana sea muy cerrada.