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La visita del presidente Barack Obama a Cuba en ningún lugar tiene más impacto fuera de la isla que en Miami, ciudad donde vive la mayor comunidad cubana exiliada en Estados Unidos, y en donde día a día se discute el pasado y futuro de la isla.
La histórica visita del presidente Obama a La Habana programada para los próximos 21 y 22 de marzo, la primera de un presidente estadounidense desde que lo hizo Calvin Coolidge en 1928, ha reavivado las diferencias entre los grupos del exilio:
Los tradicionales grupos anticastristas que se oponen a cualquier tipo de diálogo y otros que confían en que la política presidencial pueda traer algún tipo de cambio democrático en la isla.
Entre los partidarios de la visita, pero con “sustancia”, está el activista Ramón Saúl Sánchez, líder del Movimiento Democracia, que piensa que puede ser muy productiva si Obama además de vincularse con el gobierno, como ha venido haciendo, se vincula con la sociedad civil, escucha su voz y ayuda a que esa voz sea escuchada por el régimen de Cuba.
Obama “puede servir de mediador para que el mensaje de libertad pueda ser escuchado también por el gobierno que en 57 años no lo ha hecho”, señaló Sánchez en entrevista con Notimex.
A juicio de Sánchez, el mandatario también podría ayudar a que sean escuchados los reclamos de grupos opositores que piden elecciones libres y que se deje de golpear a miembros de la oposición y de grupos como las Damas de Blanco.
El presidente también “podría estimular en el gobierno de Cuba una actitud de ser incluyente para que los que vivimos fuera de Cuba y que pensamos diferente a ese régimen se nos permita entrar en nuestro país para trabajar por el cambio democrático”, añadió.
Entre los grupos que se oponen a la visita presidencial se encuentra el Directorio Democrático Cubano, que forma parte de la Asamblea de la Resistencia Cubana dentro de la isla.
Orlando Gutiérrez, del Directorio, piensa que no existe un contexto apropiado para la visita de Obama, pues asegura que desde que comenzó el proceso de normalización de relaciones entre Washington y La Habana no se ha respetado ningún derecho del pueblo cubano.
“La represión continúa contra los opositores, sigue habiendo presos políticos en las cárceles, el régimen no ha devuelto ninguna propiedad confiscada (por la Revolución) y no ha respetado los derechos humanos de los cubanos”, aseveró.
“Además, la administración Obama no ha dado una clara señal de darle prioridad a los derechos humanos en su visita y reunirse con representantes de la resistencia”, apuntó Gutiérrez.
Ben Rhodes, asesor adjunto de Seguridad Nacional de Estados Unidos en una visita a Miami la semana pasada, dijo que el presidente Obama se reunirá con 10 o 15 disidentes en Cuba en un local estadunidense y con grupos como Las Damas de Blanco, por ejemplo, pero no confirmó nombres, ni organizaciones que estarán presentes.
Una de las voces más optimistas sobre el viaje de Obama a la isla es la de Max Lesnik, dirigente de la Alianza Martiana y director de Radio Miami, quien piensa que con ella se abre un nuevo camino en el mejoramiento de las relaciones entre los dos países.
A juicio de Lesnik, Estados Unidos siempre ha tenido una política de hostilidad hacia Cuba con una actitud de presión a nivel internacional, la cual Cuba ha podido vencer cuando Estados Unidos cambia su política y eso es porque el mundo “le ha dicho no”.
Lesnik dijo que el mandatario, si así lo desea, está en su derecho de reunirse con la oposición cubana e incluso con el líder Fidel Castro, pero advirtió que eso pudiera perjudicar a la actual candidata demócrata Hillary Clinton, pues hay cubanoamericanos demócratas que pudieran tener un criterio negativo de ese encuentro.
“Yo creo que si todos los jefes de Estado se han entrevistado con Fidel Castro no veo por qué Obama no debe hacerlo, aunque hay algunos que piensan que eso sería el reconocimiento de la revolución cubana, algo que el mundo entero reconoce”, apuntó Lesnik.
Lesnik apoyó la revolución de Castro, al que saludó en 1978 cuando volvió a Cuba por primera vez. El activista dejó Cuba en 1961 por discrepar de la relación de Cuba con la Unión Soviética.
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