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Desde hace más de medio siglo, New Hampshire ha sido considerado como un estado “forjador de presidentes”. Nada, sin embargo, ha sido nunca seguro en ese estado, particularmente en este año de marcada “volatilidad” donde Bernie Sanders, por el bando demócrata, y Donald Trump, por el republicano, figuran como los favoritos en las primarias de mañana.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el analista del Centro de Estudios Políticos de la Universidad de Virginia, Geoffrey Skelley, analiza las claves de unas primarias que podrían marcar el fin del trayecto para algunos aspirantes como Jeb Bush, o propiciar un agitado reacomodo en lista de favoritos.
En New Hampshire, Bernie Sanders parece invencible frente a Hillary Clinton. ¿Pero después será capaz Sanders de ganarle en Nevada y Carolina del Sur, donde predominan el voto hispano y negro?
—Definitivamente Bernie Sanders lleva la ventaja en New Hampshire por dos razones: en primer lugar, se desempeña mejor con los blancos y liberales que tienen ahí un bastión muy importante; en segundo lugar, él es nativo del vecino estado de Vermont y la gente en New Hampshire lo conoce muy bien.
A pesar de ello, habría que decir que Sanders no puede contar por adelantado con una derrota de Hillary Clinton, porque, como se recordará, después de sufrir una dura derrota en Iowa, en 2008, Hillary consiguió derrotar a Barack Obama en New Hampshire a pesar de que las encuestas lo colocaban como favorito.
La leyenda dice que New Hamp- shire es un estado que forja presidentes. ¿Aplicará este 2016?
—Cada ciclo es diferente y en esta ocasión las primarias de ambos partidos también son diferentes. Así que creo que es difícil responder con claridad a esta pregunta. Además, tenemos la mala costumbre de crear o recrear narrativas de campañas después de las elecciones, por lo que siempre es difícil saber lo que ha tenido o no un impacto real en la candidatura de cada aspirante. Lo que sí es cierto es que hay un juego de expectativas crucial en esta fase de primarias. Pero, a veces, ganadores en New Hampshire han sufrido en el largo plazo (Ed Muskie, 1972). Otras veces, los candidatos que no ganaron New Hampshire han ganado la nominación (Bill Clinton, 1992).
En el caso de Donald Trump, que está a la cabeza en las encuestas de New Hampshire, ¿recuperará su condición de “candidato inevitable” ahí?
—Una cosa es segura: Trump tiene que ganar New Hampshire para mantenerse en la contienda. Pero si pierde, se producirá el desmoronamiento de su fuerza política, que ha menguado tras sus resultados en Iowa. Trump necesita ganar en New Hampshire y terminar con un porcentaje decente, por encima de 30%, para mantener vivas sus expectativas de victoria.
Algunos analistas especulan con la posibilidad de que Jeb Bush podría encontrar en New Hampshire su oportunidad de hacer un buen papel y conseguir su redención. ¿Coincide usted?
—Creo sería más realista describir a New Hampshire como la última batalla de Jeb Bush, quien tiene los recursos para seguir en la contienda por un tiempo más largo si así lo desea. Pero, en realidad, sólo un segundo lugar en New Hampshire puede ampliar su horizonte de supervivencia para ser considerado como un candidato verdaderamente viable. Pero, francamente, soy escéptico de que lo pueda lograr.
¿Los grandes ganadores de New Hampshire serán aquellos que ofrezcan una impresión como moderados e independientes?
—Para mí no cabe duda de que los independientes forman el mayor bloque de votantes en New Hampshire. Pero también hay que tomar en cuenta que los votantes no alineados pueden elegir votar en las primarias de cualquiera de las dos partes.
Es por eso que el trío de candidatos identificados con el establishment republicano, como Jeb Bush, Chris Christie, y John Kasich han puesto mucho énfasis en la necesidad de hacerlo bien en New Hampshire. En el caso de Sanders y Clinton, resulta menos claro lo que ocurrirá al final.