Las expediciones de Napoleón Bonaparte a Egipto y el Levante despertaron un enorme interés por los viajes a lugares distantes y desconocidos entre los científicos y artistas europeos de la época. Surgieron entonces movimientos artísticos que describían la vida y cultura de otras naciones, tales como el "orientalismo", cuya respuesta en el continente americano fue la producción pictórica de los “pintores viajeros” que reflejaron en sus obras las costumbres, el paisaje y la monumental riqueza arqueológica de los pueblos indígenas de América y el testimonio de sus impresiones sobre las tierras visitadas.

A pesar de que Rusia solo tuvo una relación oficial con México hasta la última década del siglo XIX, ya había establecido contactos informales desde fines de siglo XVIII que se volvieron más recurrentes y estrechos en diversos campos con el paso del tiempo. Los relatos de esos viajeros fascinaron a la sociedad rusa por tratarse de un mundo tan distinto en costumbres, cultura e historia, y a la vez el creciente interés en explorar los territorios de Latinoamérica, para otros fines, indujo a Rusia a enviar misiones científicas, principalmente de geólogos, arqueólogos y biólogos.

El establecimiento de relaciones diplomáticas en 1890, incrementó los intercambios culturales entre México y Rusia gracias a que algunos de los representantes diplomáticos rusos eran personas de una gran erudición que supieron valorar la importancia de la difusión de la cultura rusa, particularmente en los campos en la que gozaba del reconocimiento universal, como la literatura, la música y las artes plásticas, y por otra parte dar a conocer en Rusia los aspectos más distintivos de nuestra cultura.

Grigori De Wollant, el enviado de Rusia de 1902 a 1911, uno de los diplomáticos más sofisticados de su país, quien gozaba de gran popularidad y prestigio entre la sociedad mexicana y mantenía una amistad personal con el presidente Díaz, fomentó el interés sobre México en Rusia al publicar sus memorias sobre su estancia en México que intituló En el Reino de Moctezuma obra que constituye el colorido relato de un viajero maravillado por las costumbres, las antigüedades y los monumentos mexicanos.

La imagen de México en Rusia recibió un nuevo impulso con la visita, a principios del siglo XX, del poeta simbolista ruso –de gran influencia en la juventud rusa por su extravagante personalidad– Konstantin Balmont. Sus versos sobre México, que cantan las glorias del mundo prehispánico y las bellezas del país, pusieron de moda a nuestra nación. La visión idealizada del México de Balmont se centraba en el pasado indígena. Fue autor de la primera traducción al ruso del Popol Vuh y sus poemas, principalmente los que forman parte del libro Flores de Serpientes, así como aquel que intituló País de las Flores Rojas, pueden ser considerados como los ensayos sobre simbolismo y mitología mexicanos más bellos que se hayan escrito en lengua rusa.

Durante la etapa soviética los intercambios culturales se intensificaron. El poeta Vladimir Mayakovski visitó México y como otros visitantes encontraron en México una veta de inspiración. En este sentido Serguei Einsenstein concibió un proyecto cinematográfico inspirado en el México rural, indígena y víctima de la marginación social y económica, al que daría el nombre de Viva México y que constituye una de las joyas de la cinematografía universal.

En estos días, coincidiendo con la celebración del 125 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, se presenta en el Palacio de Bellas Artes la exposición más importante de arte ruso jamás vista en México: Vanguardia Rusa: el vértigo del futuro, que contiene más de 500 obras correspondientes al movimiento del mismo nombre surgido en Rusia, de 1890 a 1930, considerado una oleada de arte moderno que, no obstante su carácter independiente y eminentemente ruso, tuvo una influencia determinante en el desarrollo de las corrientes artísticas de la época como el Neo-Primitivismo, el Suprematismo, el Constructivismo y el Futurismo.

Los artistas de la Vanguardia, pintores, poetas, músicos, actores y arquitectos formaban un núcleo compacto que se proponía plasmar en sus obras las inquietudes de una generación en busca del cambio, de una nueva identidad inspirada en la noción del "arte por el arte" sin desconocer la realidad histórica de sus tiempos. Es así que el movimiento se convierte, en los aciagos días de la revolución rusa y de la Guerra Civil, en el instrumento de propaganda del Estado Soviético en abierto desafío al "realismo socialista" impulsado desde el Kremlin.

La muestra nos presenta las obras de los más importantes artistas de la Vanguardia: Kasimir Malévich, Alexandra Ekster, Vladimir Tatlin, Wassily Kandinsky –con obras tanto de su periodo realista como de su etapa abstracta– David Burlik, Goncharova, Mayakovsky y muchos otros. Destaca sobre todo la colección de carteles propagandísticos del partido comunista y del Comintern los que son la semilla de del movimiento "pop art" que surgió en Estados Unidos en la década de los 60.

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