La crisis que tiene contra las cuerdas a la presidenta brasileña Dilma Rousseff “sólo tiene un camino: el de agravarse”. Sin embargo, ella “no tiene la estatura de estadista que la lleve a renunciar al cargo” para evitar males mayores, afirma David Fleischer, profesor emérito de la Universidad de Brasilia (UnB) y miembro del Wilson Center.
En una entrevista telefónica con EL UNIVERSAL, Fleischer, de 73 años, nacido en Washington pero naturalizado brasileño y autor de varios libros sobre la corrupción en Brasil, asegura que de la actual recesión —para algunos analistas la peor desde 1930 (fruto del “crack” del 29)—, “sólo se puede salir estabilizando las cuentas públicas a lo largo de 2016”.
La crisis en Brasil lleva 11 meses y parece empeorar por culpa de una recesión casi sin precedentes en los últimos años. ¿Cómo observa este momento?
—Extremadamente grave. El camino para el impeachment (destitución) de la presidenta está abierto y ahora la crisis se dirige al Senado, donde Renan Calheiros, su presidente y otros senadores, son señalados de haber tenido relaciones con el legislador del PT Delcidio do Amaral, detenido en el marco de la corrupción en Petrobras. Delcidio es un político muy cercano a Dilma y eso agrava la situación de la presidenta por estas horas.
¿Qué papel juega el hecho de que el país tenga una merma de 3% del PIB este año en el futuro del gobierno?
—Negativamente, por supuesto. Estamos en una crisis donde no se encuentra la salida, porque el gobierno carece de la posibilidad de tomar medidas efectivas. Ahora el Congreso intenta reformar las metas fiscales para aliviar la situación, pero las denuncias y las crisis hacen que eso pase desapercibido. Esta es una semana muy difícil para la presidenta.
La crisis económica que vive hoy el país es culpa a los errores políticos del primer gobierno de Dilma Rousseff. Todas las variables dan negativas por segundo año consecutivo, pero este año al menos tenemos un saldo positivo en la balanza comercial de casi 15 billones de reales (37.5 mil millones de dólares).
¿Usted cree que el gobierno tiene credibilidad y puede asegurar la gobernabilidad para sacar al país de la crisis?
—Si tenemos en cuenta los movimientos del gobierno este año, cómo trabaja la Justicia y cómo se mueve el Congreso, tengo que decir que lo tiene muy complicado.
La presidenta está al borde de un impeachment. Este país ya pasó por eso durante el gobierno de Fernando Collor de Mello. Si compara esta crisis con aquella, ¿cómo la valora?
—Mucho peor. Aquello fue por un caso concreto de corrupción. Aquí tenemos, por un lado, el caso de Petrobras; por el otro, el del Banco BGT Pactual y el caso del presupuesto fiscal.
¿Es posible una renuncia de la presidenta, ante la gravedad de la crisis?
—Mucha gente cree que esto se resuelve con la salida de la presidenta. Eso puede acontecer si el partido (el PT) se lo pide. Me gusta poner de ejemplo el Watergate, cuando el Partido Republicano le pidió a [el presidente estadounidense Richard] Nixon que renunciara y él lo hizo. Pero Dilma no tiene la estatura de estadista para renunciar al cargo.
Pero su debilidad aumenta…
—Sí, es verdad, pero ahora en unos días ella tendrá la Cumbre del Mercosur, en unos días más se encontrará aquí con el presidente electo de Argentina, Mauricio Macri, y aquí se está viendo cómo el sector privado en Argentina está entusiasmado con este nuevo momento. Eso le puede dar un poco de aire a Dilma, si se anuncia una apertura de las exportaciones brasileñas. Creo que todavía hay que esperar para ver.
¿Se arriesga a hacer un pronóstico de corto plazo?
—No. Imposible. Sólo creo que para comenzar a revertir la crisis económica, el gobierno federal necesita equilibrar las cuentas públicas de una vez y esa tarea tanto el gobierno como el Congreso la vienen demorando. Si se hace vamos a comenzar a tener una recuperación paulatina.