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El movimiento de despenalización de la marihuana no es nuevo, se remonta a la década de los 70, cuando Países Bajos (comúnmente conocido como Holanda) fue la primera nación en desafiar la política prohibicionista de drogas que prevalece en el mundo.
Países Bajos adoptó en 1976 su propia Ley de Opio, con la que despenalizó la tenencia de marihuana y hachís bajo la tesis de que separando los mercados de drogas duras de los de drogas blandas reduciría los daños causados por su uso.
Sin embargo, la política naranja, introducida en su momento para evitar la pérdida de una generación por la epidemia de heroína que sacudía al país hace cuatro décadas, no se limitó sólo a tolerar el uso personal, con la tenencia de hasta 5 gramos de cannabis y cinco plantas en el hogar, de acuerdo con el instituto holandés para la Salud Mental y las Adicciones (Trimbos). El socio fundador de la Unión Europea (UE) garantizó también la calidad de los productos suministrados, además de que eliminó el comercio callejero, al autorizar la venta a través de los llamados coffee shops.
Estos locales se encuentran en distintos puntos del país y operan bajo un estricto marco regulatorio: en ellos está prohibido el alcohol, la publicidad y el ingreso de menores de 18 años de edad; la venta máxima por transacción es de 5 gramos y no puede haber más de 500 gramos de droga en el establecimiento.
Además no deben causar molestias en el vecindario, ni ubicarse a menos de 250 metros de una escuela. En las localidades fronterizas está prohibida la venta a los extranjeros desde 2013. Sin embargo, la política holandesa se quedó corta, despenalizó el uso y la venta más no la producción, con lo cual todo lo que ocurre en la puerta trasera de los coffee shops sigue siendo una actividad turbia, ilícita.
El Ministerio de Justicia defiende la política de drogas bajo el argumento de que los tratados internacionales prohíben la despenalización de toda la cadena, de la producción al consumo.
No obstante, los acontecimientos en Estados Unidos y Uruguay han reactivado el debate en Holanda sobre la necesidad de poner fin a la incongruente política de drogas.
“La venta de marihuana se tolera, pero el camino que va del productor al coffee shop es combatido con dureza. La introducción a nivel nacional de la producción certificada de la droga es la solución respecto a la salud del usuario, la seguridad de los vecindarios y la lucha contra el crimen organizado”, reza un manifiesto emitido el año pasado por 23 alcaldes del país.
El documento sostiene que la regulación del cultivo quitaría a las bandas delictivas 180 millones de euros anuales y daría capacidad adicional a la policía para atender otros delitos, pues destinan 77% de sus capacidades al combate a las drogas.
En cuanto al consumo, no hay evidencias científicas de que la política de tolerancia haya sido causa de los incrementos registrados en las primeras dos décadas tras la despenalización, para posteriormente estabilizarse o incluso disminuir en ciertos grupos, afirma en una entrevista con EL UNIVERSAL Margriet van Laar, experta del instituto Trimbos.
“Entre la década de los 80 y mediados de los 90 hubo un incremento en el consumo de marihuana, pero no hay una relación clara entre política y uso, debido a que el mismo fenómeno se registró en otros países europeos con políticas restrictivas”, sostiene van Laar.
Lo que sí es claro, continúa, es que Holanda no es el mayor consumidor de marihuana de Europa pese a su política de tolerancia, ni tampoco los holandeses están fumando más la droga por tener lugares públicos en donde se puede comprar como cualquier otro producto.
“Es erróneo pensar que en Holanda todos usamos marihuana porque podemos comprarla en un coffee shop. Lo que sí hay es un clima liberal en el que si eres consumidor de la sustancia no corres riesgo de ser procesado. Cuentas con un ambiente seguro”, explica.
De acuerdo con el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, 13.7% de los holandeses de entre 15 y 34 años de edad ha consumido marihuana en los últimos 12 meses, por debajo de países con políticas restrictivas como Francia (22.1%), República Checa (21.6%), España y Dinamarca (17%). El consumo medio de la Unión Europea es de 11.7%. En cuanto al consumo de opioides, el grupo más problemático al estar asociado a un precario historial de salud, Holanda registra un índice de 1.5 casos por mil habitantes, lejos de Letonia, Reino Unido, Luxemburgo, Malta, Eslovenia, Austria e Italia, en donde el porcentaje va de 9.7 a 4.9 casos por cada mil habitantes.