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Hace unos días la Organización Meteorológica Mundial dio a conocer que las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que provocan el cambio climático, batieron un nuevo récord en 2014.
Esto significa que las acciones emprendidas por los diferentes países en materia de combate al cambio climático no han sido suficientes y que si no se da un giro de 180 grados en esta tendencia de aumento, el mundo puede enfrentar consecuencias “desconocidas y aterradoras”.
Con la Cumbre sobre Cambio Climático (COP21) en París, el mundo está totalmente preparado para un cambio: el apoyo público para que los gobiernos tomen acciones radicales es más fuerte que nunca y las soluciones basadas en el uso de las fuentes renovables y limpias de energía están al alcance de la mano y listas para liberarnos del yugo de los combustibles fósiles.
En ninguna otra ocasión los países han prometido tanto para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, particularmente bióxido de carbono (CO2). No obstante, las promesas sobre la mesa no son suficientes para prevenir un calentamiento peligroso de 2 grados centígrados que pondría al planeta al borde de un escenario de impactos con consecuencias catastróficas.
México es uno de los países que ha hecho promesas de recorte de emisiones. No obstante, los esfuerzos aún no llegan a darle cuerpo a las palabras.
México no sólo está rezagado al interior del Grupo de los 20 en lo que a aprovechamiento de energías renovables se refiere, sino que la única ley dentro del paquete de reforma del sector energético que a la fecha no ha sido aprobada es la que tiene que ver con la transición energética.
El proyecto de dictamen de la Ley de Transición Energética está estancado en el Senado y es la pieza clave para cumplir esos compromisos, pues establece una meta mínima de 35% de participación de las renovables en la generación de energía para 2024, poco más del doble de lo actual si se consideran a las grandes hidroeléctricas.
Si bien Greenpeace considera que ese mínimo es moderado y que no debe incluir a las grandes hidroeléctricas, la ley en cuestión fija una clara hoja de ruta para ponernos en el buen camino.
El mundo ha cambiado significativamente en sólo unos pocos años y los impactos derivados del cambio climático se han vuelto más severos.
No nos olvidemos de las condiciones que aceleraron las dimensiones del huracán Patricia en pocas horas y que puso a nuestro país en máxima alerta. Pero también las soluciones se han vuelto más disponibles y atractivas que antes.
Más aún, el movimiento social por el clima se ha vuelto más influyente, activo y determinado a ganar como nunca antes. De hecho, se esperan movilizaciones masivas en todo el mundo para el día 29 de noviembre, día de inicio de la cumbre.
París tiene que dar una señal del comienzo del fin de la era de los combustibles fósiles y trazar el camino hacia un futuro resiliente que sea movido por la energía limpia y renovable.
Urgimos a México, en su doble dimensión de país con vastos recursos para producir toda la energía que requiere a partir de las renovables y como país altamente vulnerable a los impactos del cambio climático, a demostrar un involucramiento más fuerte y rápido en esta materia y ser parte del esfuerzo para lograr que en 2050 el 100% de la energía mundial sea generada por fuentes limpias, seguras y renovables.
Coordinador del Programa de Megaciudades de Greenpeace México