Será “terriblemente difícil” ganar la batalla definitiva contra el Estado Islámico (EI) porque los factores que lo nutren —radicalización religiosa, pobreza, marginación, analfabetismo, falta de oportunidades y malos gobiernos—, seguirán siendo el caldo de cultivo del extremismo, asegura a EL UNIVERSAL Thomas Sanderson, director del Proyecto Amenazas Transnacionales en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS).
¿Algún día será posible hablar de una victoria final sobre el EI?
—Francamente lo dudo mucho. Y la razón es que combatir al EI no es como combatir a una nación que cuenta con un ejército y una capital formal. Tampoco estamos hablando de un Estado con unas fronteras bien definidas. Estamos luchando contra un grupo que es insurgente por naturaleza y que, además, puede atacar distintos puntos en el mundo... El otro problema es que, aun si pudiéramos eliminar a cada miembro del EI y de Al-Qaeda mañana, todas las condiciones que permitieron que estos movimientos surgieran y se expandieran para reclutar a nuevos miembros, seguirían ahí.
¿Cómo puede explicar el caso de Abdelhamid Abaaoud, el cabecilla de los atentados en París, un joven que surge de los barrios marginados en Bélgica?
—Creo que habría que preguntarse qué tipo de vida llevaba Abaaoud en Bélgica. Es casi seguro que llevaba una vida terrible. No tenía un sentido de pertenencia. No formaba parte de Marruecos, el país del que emigraron sus padres, pero tampoco se sintió parte de Bélgica. Podría decirse que vivía como una persona sin arraigo, sin una identidad o filiación precisa. El único grupo con el que se sintió identificado Abaaoud fue el EI.
Usted ha escrito que para entender el fenómeno del EI hay que mirar los pactos secretos del Reino Unido y Francia en 1916 pa-ra repartirse Medio Oriente. ¿Es-tamos hablando entonces de un resentimiento histórico?
—Definitivamente estamos hablando de un resentimiento histórico, particularmente contra los franceses y los británicos, cuando el último califato fue destruido durante la Primera Guerra Mundial. Estas dos naciones firmaron en 1916 los tratados de Sykes-Picot que convirtieron el mapa de Medio Oriente en zonas de influencia... La otra parte del resentimiento es contemporánea. Y tiene que ver con la forma en que los europeos han tratado a los emigrantes árabes, como ciudadanos de segunda clase, de tercera clase o peor aún... Aunado a ello, durante el proceso de colonización y descolonización, los europeos crearon gobiernos inestables en el mundo árabe.
¿La integración y la asimilación de estos inmigrantes en Europa ha sido un rotundo fracaso?
—No hay duda de ello. Muchos de los inmigrantes árabes siguen estando en los márgenes de esas sociedades europeas. No es como el caso de la comunidad musulmana que ha emigrado a Estados Unidos y que, a veces, tiene mayores ingresos que el resto de los estadounidenses.
En el caso de EU es muy raro el caso de células durmientes. Es más frecuente el caso de los llamados lobos solitarios. ¿Cómo explicar esta diferencia?
—Bueno, la razón por la que hay más células en Europa y más lobos solitarios en EU es precisamente por un problema de integración en la comunidad, pero también por razones de geografía. En EU tenemos una lista de 200 personas a las que el FBI tiene en el radar por tratar de viajar o haber viajado a Siria. Francia ha reconocido que tiene 580 personas que han viajado a Siria. Hay que tener en cuenta que el campo de batalla les queda más cerca.
El ataque terrorista en París puede considerarse como un suceso que ha cambiado la dinámica de la confrontación. ¿Se ha producido un cambio de juego?
—No creo. Con este ataque el EI ha dejado en claro que tiene presencia en el mundo. Que es capaz de ordenar ataques a sus células durmientes. Pero no creo que estemos ante un suceso que pueda caracterizarse como una gran innovación. Creo que el EI está castigando a las naciones que lo están combatiendo en Irak y Siria. Están regresando los golpes que han recibido de Rusia o Francia.
El Estado Islámico ha amenazado a EU con ataques terroristas tras su atentado en París. Usted ha criticado a Francia por las fallas de inteligencia. ¿Cree que lo mismo puede ocurrir en EU?
—Definitivamente sí. Claro que puede pasar. Y la razón es porque no existe un servicio de inteligencia que pueda monitorear a todos los sospechosos. Yo he criticado a Francia por sus fallas de inteligencia. Pero también tengo que reconocer que están bajo una inmensa presión porque tienen demasiada gente de la que preocuparse.