Los argentinos lanzan al aire hoy una moneda electoral para saber de qué lado caerá la decisión colectiva: si del lado de Mauricio Macri, actual jefe de gobierno porteño, o del oficialista Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, quienes aspiran a suceder a la presidenta Cristina Kirchner, a partir del próximo 10 de diciembre, en el primer balotaje en la historia del país.

Macri, ingeniero civil de 56 años y candidato del frente Cambiemos, aparece como el favorito en las encuestas después de obtener el segundo lugar en la primera vuelta del pasado 25 de octubre, con 34.1% de los votos, mientras que Scioli, del oficialista Frente Para la Victoria, recientemente licenciado en Marketing, de 58 años, viene de obtener el 37.2 % de los sufragios, aunque se vio obligado a desarrollar, de cara a esta segunda vuelta, una campaña por demás controvertida.

Más de 32 millones de argentinos están habilitados para votar, después de tres semanas de proselitismo donde primó el mensaje del “miedo a Macri” desde las usinas gubernamentales y desde el equipo de Scioli.

La inminencia de un ajuste fiscal y una devaluación y las referencias a los fantasmas del neoliberalismo de los años 90 y a la crisis de 2001, fueron los mensajes que eligió el oficialismo para tratar de frenar el envión macrista logrado por el buen resultado en la primera vuelta que se coronó con un triunfo en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde la candidata del Cambiemos, María Eugenia Vidal, destronó al peronismo después de 28 años ininterrumpidos de gobierno.

Tanto Macri como Scioli, además de amigos personales, son hijos de empresarios, y están ligados al deporte; ideológicamente no presentan grandes diferencias ni políticas ni conceptuales, salvo las alianzas del momento, y los dos fueron hijos políticos del ex presidente Carlos Menem (1989-1999).

Macri propone liberar el cerrojo al mercado de cambios y recuperar reservas en el Banco Central —hoy en sus mínimos más importantes después de 12 años— y captar inversiones externas a través de “un sinceramiento” de la devaluación monetaria, equiparando los dos tipos de cambios que existen actualmente.

Por su lado, Scioli prometió una política económica sin ajustes y con un dólar a 10 pesos (casi al nivel del tipo de cambio oficial) y sostuvo una y dos veces que “esta elección se decide entre el volver al pasado, que es lo que representa Macri, o defender las conquistas de los últimos años y avanzar hacia el futuro, que es lo que yo represento”. Luego, sobre el final de la campaña, sostuvo que “la elección se decide entre un creído (Macri) de Barrio Parque (el barrio más caro de Buenos Aires) y un trabajador del pueblo (o sea él)”.

Las encuestas le otorgan a Macri una ventaja de entre cuatro y nueve puntos, aunque vale aclarar que en la primera vuelta todas las consultoras fracasaron estrepitosamente, ya que vaticinaban una victoria de Scioli.

Más allá de lo económico, ambos candidatos se diferencian en cuestion es mínimas. En su pertenencia política de estas horas y en que Macri propone acabar con “12 años de mentiras reiteradas que fueron minando y destruyendo la confianza en el país”, mientras que Scioli, quien a pesar de su perfil neoliberal quedó encorsetado dentro del kirchnerismo, propuso “acabar con la pobreza porque detrás de la palabra cambio (eje de la campaña del macrismo) hay una gran mentira que lo llevó a pactar con el diablo, con el FMI y los fondos buitres”.

La única incógnita que parece presentar la elección de hoy es saber si la campaña del miedo desatada por Scioli y el oficialismo logró penetrar en la sociedad y hasta dónde. Una vez superada esa incógnita se sabrá de qué lado caerá la moneda, para conocer el nombre que le pondrá punto final a la dinastía Kirchner en el poder.

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