Laura Barroso, Blanca García Velloso, Sara Novaes y Laura Fernández todavía tienen el miedo metido en el cuerpo. Las cuatro son españolas, tienen 20 años y presenciaron los atentados terroristas en París desde el departamento en el que viven, situado en el barrio XI de la ciudad.

Las dos primeras lo vivieron desde la calle, a escasos metros de la sala de espectáculos Bataclan, donde los terroristas retuvieron a un centenar de rehenes a algunos de los cuales asesinaron. Las otras dos, desde los balcones de la vivienda que da al Boulevard des Filles du Calvaire, fueron testigos de la masacre, del hospital móvil que se montó con 15 ambulancias del SAMUR al que llevaban a los heridos y a los muertos.

“A las diez de la noche bajé con mi compañera de piso al Carrefour a comprar un par de cosas para la cena, en pijama, sin llaves y sin móvil. Y cuando mi amiga y yo estábamos pagando vinieron varias personas con la cara desencajada pidiendo ayuda”, relata por teléfono a EL UNIVERSAL.

“Nos dijeron que habían visto a gente disparando y que llamáramos a la policía”. “Así que en seguida nos dimos cuenta de que estaba pasando algo horrible”, añade. “Primero nos encerraron en el Carrefour y luego nos sacaron por una puerta trasera. Nos dijeron que no podíamos ir a la derecha así que huímos por la izquierda, pero daba igual hacia donde ir porque había tiroteos por todas partes. Corrimos sin parar, escuchando disparos y gritos de la gente que era presa del pánico corriendo en todas las direcciones. Nosotras estábamos en un estado de enajenación, corriendo como locas en mitad del tiroteo y sin saber a donde ir. Había ambulancias, bomberos y policía por todas partes”, recuerda.

“Al final nos metimos en una casa de una mujer donde tuvimos que dormir, ya que la policía no nos permitió volver. Allí pusimos la radio y nos enteramos que se trató de un atentado terrorista y nos quedamos horrorizadas. Oímos que hubo muertos y ataques en nuestro barrio, que llegaban yihadistas en coche, que se bajaban, que sacaban los fusiles kalashnikov y que mataban a la gente que había en las terrazas para sembrar el terror en la calle. Fue horrible. También nos enteramos que en la sala de conciertos de al lado de nuestra casa, los terroristas habían tomado rehenes y los iban matando. Nos quedamos temblando. Fue horrible, una pesadilla”, añade.

- ¿Y cómo estás ahora?

“Tranquila, pero muy preocupada porque esto no ha hecho más que empezar”, reconoce con la voz temblorosa.

“DESDE MI BALCÓN VI COMO SACABAN UN CADÁVER”

Cuando Laura se fue al súper su amiga Sara Novaes salió al balcón a fumarse un cigarro. “Fue cuando vi un gran despliegue policial”, cuenta a EL UNIVERSAL.

“Me dio mucho miedo todo aquello así que llamé a mis amigas para que volvieran a casa, pero ninguna de las dos se había llevado el móvil. Cuando la gente nos empezó a llamar para preguntarnos si estábamos bien porque había ocurrido un atentado, nos preocupamos, pues no sabíamos nada de ellas. Fue horrible”, recuerda.

Sara y su amiga Laura se quedaron mirando desde los balcones de su casa para ver si localizaban a sus amigas.

“Mi casa tiene muchos balcones a la plaza y a las calles de alrededor así que desde allí fuimos viendo la llegada de la policía, de las ambulancias y de militares armados hasta los dientes. También vimos cómo acordonaban la zona y cómo montaban un hospital móvil. Y al cabo de un rato vimos cómo los bomberos sacaban a los heridos y a un cadáver en una camilla tapado con una sábana y eso fue muy fuerte”, añade.

“En ese momento nos pusimos muy nerviosas y fue peor cuando escuchamos las explosiones en el Bataclan e incluso notamos las vibraciones en el suelo”, relata. “Entramos en pánico”.

El horror del momento no acabó ahí, pues más tarde la policía subió a su casa, blindó el lugar y advirtió que no salieran.

“Una hora después apareció la policía en nuestro edificio. Nos cerró las ventanas, nos apagó las luces y nos dijo que nos encerráramos en el pasillo, que no saliéramos de la casa bajo ningún concepto, y que si hacíamos eso no nos pasaría nada”, explica. “Sentí un miedo horroroso. Nos tumbamos en el pasillo y así pasamos la noche. Sigo en shock. Ha sido la peor experiencia de mi vida”, concluye.

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