Francia declaró ayer la guerra a los terroristas del Estados Islámico (EI) después que la organización islamista radical reivindicó los atentados sin precedentes del viernes, donde por lo menos 129 personas murieron y 352 resultaron heridas por hombres armados y con explosivos.

“Es un acto de guerra que fue preparado, organizado y planificado desde el exterior, con complicidades interiores, que la investigación permitirá descubrir”, declaró ayer el presidente François Hollande. “Porque nuestro país fue agredido cobardemente, vergonzosamente, violentamente, será implacable con esos bárbaros del EI”, aseguró.

Por primera vez desde 1945, el país amaneció sometido al estado de emergencia, decretado por el jefe del Estado durante la noche. El gobierno también reforzó la seguridad en la vía pública y en las fronteras, y decretó un duelo nacional de tres días frente a ese “acto de guerra” cometido diez meses después de la masacre yihadista de enero pasado contra la redacción del semanario satírico “Charlie Hebdo” y un supermercado judío.

Esa acción terrorista sin precedentes desde la segunda Guerra Mundial, que dejó al país en un auténtico estado de postración post-traumática, se articuló a través de seis ataques prácticamente simultáneos.

“En este momento estamos en condiciones de afirmar  —con las reservas del caso— que esos atentados fueron perpetrados por tres equipos de terroristas perfectamente coordinados”, declaró anoche el procurador de París, François Molins, responsable de las investigaciones, que detalló cada uno de esos episodios.

En la inmediaciones del Stade de France, donde tres kamikazes se hicieron explotar durante un partido de futbol amistoso entre Francia y Alemania; en el centro de París, donde hombres armados abrieron fuego contra gente que disfrutaba apaciblemente de la velada del viernes en las terrazas de algunos cafés y restaurants, y sobre todo en el Bataclán, una sala conciertos con capacidad para mil 500 personas, donde provocaron casi un centenar de muertos.

Según un balance calificado de “provisorio” por Molins, hasta anoche habían muerto 129 personas y 353 resultaron heridas, de las cuales 99 seguían en estado de extrema gravedad. “Siete terroristas hallaron la muerte. Seis se suicidaron accionando sus cinturones explosivos, uno cayó neutralizado por las fuerzas de seguridad”, precisó.

Pero fuentes de seguridad reconocían off the record que una operación de semejante envergadura y coordinación no puede haber sido organizada con apenas siete hombres dirigidos desde el exterior. Esa evaluación explicaría la insistencia del gobierno ante los franceses de que limiten en lo posible sus movimientos en la capital, pues puede haber otros miembros del comando aún en libertad.

Con ese temor, las autoridades prohibieron toda manifestación pública hasta nuevo aviso, se anularon las salidas escolares, todos los espectáculos y eventos deportivos, las grandes tiendas y comercios permanecieron cerrados, incluso fueron suspendidas las populares ferias que se organizan en cada barrio.

Exactamente a las 11:50 de la mañana en Francia, el Estado Islámico (EI) reivindicó la responsabilidad de los atentados en un comunicado oficial perfectamente redactado en francés y en árabe. La organización islamista radical habla sin embargo de “ocho” atacantes, que “murieron como mártires”.

“Ocho hermanos con cinturones explosivos y fusiles de asalto atacaron sitios escogidos minuciosamente en el corazón de la capital francesa”, escriben. “Alá les acordó lo que esperaban (el martirio). Todos activaron sus cinturones en medio de los impíos después de haber agotado sus municiones”, agrega.

El Estado Islámico agrega que estos ataques demuestran que Francia seguirá siendo un blanco privilegiado mientras persista en su política actual en Medio Oriente donde, junto a otros países y Estados Unidos participa en los bombardeos de centros de concentración yihadista en Irak y Siria.

Los expertos, sin embargo, dudan de esta explicación.

“Hace un mes y medio que Francia comenzó a bombardear los campos de entrenamiento de EI en Siria. Es impensable que en sólo seis semanas un grupo, por poderoso que sea, haya podido organizar semejantes atentados. Este plan fue preparado con mucha más anticipación”, asegura el francés Mathieu Guidère, especialista en terrorismo.

En todo caso, el Estado Islámico no parece dispuesto a detenerse aquí: “Este ataque es solo el comienzo de la tempestad”, concluye el comunicado.

François Hollande anunció por su parte que las fuerzas de seguridad interior y el ejército fueron “movilizados al más alto nivel” y advirtió que “Francia será implacable, tanto a nivel interno como exterior”.

El presidente llamó a la “unidad”, sin duda refiriéndose a la clase política, y anunció que hablará el lunes ante el Parlamento reunido en Congreso en Versalles. En Francia, la única forma de que el jefe del Estado se presente ante los legisladores es de esa forma: cuando ambas cámaras se reúnen excepcionalmente en congreso.

Pero no es nada seguro que Hollande obtenga esa unidad política. Poco después de su intervención, en un discurso televisado, el ex presidente Nicolas Sarkozy, líder del partido conservador Los Republicanos, exigió “inflexiones mayores” en el terreno de la seguridad “porque estamos en guerra”. Es necesario declarar una guerra total al terrorismo”, dijo, acusando así veladamente la política del actual gobierno socialista.

Lo mismo exigió la presidenta del movimiento xenófobo, de extrema derecha Marine Le Pen.

“Francia debe, de una vez por todas, determinar quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos. Sus enemigos son esos países que mantienen relaciones peligrosas con el islamismo radical”, declaró, aludiendo a los socios árabes de París, sobre todo a los países del Golfo Pérsico.

Desde el primer momento, los equipos de inteligencia reforzaron sus dispositivos a fin de conocer lo antes posible la identidad de los atacantes. Una tarea ardua y difícil debido al mal estado de las muestras obtenidas. El procurador Molins, confirmó no obstante, que uno de los yihadistas que participaron en la matanza del Bataclan era un ciudadano francés, conocido de los servicios de información por sus lazos con el extremismo radical.

“El individuo, que pudo ser identificado gracias a una huella digital obtenida en un dedo amputado, era originario de Courcouronnes, en la región parisina, tenía 30 años, ocho condenas por delitos de derecho común y nunca había estado en la cárcel”, dijo el magistrado.

Gracias a los automóviles matriculados en Bélgica que conducían los terroristas, la policía de ese país detuvo anoche al hombre responsable de esas locaciones y a otros dos individuos que lo acompañaban.

En las inmediaciones del Stade de France, junto a los restos de los kamikazes, la policía también halló el pasaporte de uno de ellos, de nacionalidad siria. “Nacido en 1990, no era conocido de los servicios de inteligencia”, confirmó Molins. Otras fuentes precisan que otro pasaporte, egipcio esta vez, habría sido hallado en el lugar y que uno de esos terroristas habría ingresado a Europa por Grecia.

Pero esos documentos, cuidadosamente estudiados por los especialistas de la policía, despiertan dudas: ¿por qué un kamikaze lleva sus papeles de identidad encima si sabe que va a morir?

Por su parte, los franceses se hacían ayer una pregunta mucho más simple y sobrecogedora, mientras lloraban a sus conciudadanos muertos: ¿cuál será la próxima etapa en esta escalada del horror?

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