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En 1948, Israel se apoderó del 78% de Palestina histórica a través de masacres en contra del pueblo palestino, que han sido ampliamente documentadas por historiadores de todo el mundo, incluyendo israelíes. Esta limpieza étnica causó la diáspora de dos tercios de nuestro pueblo, que hasta hoy viven en campos de refugiados. En 1967, Israel ocupó el resto de Palestina histórica, el Golán sirio y el Sinaí.
Desde entonces, decenas de resoluciones de la ONU establecen que Israel se debe retirar de Cisjordania —incluyendo Jerusalén Este— y la Franja de Gaza, territorios ocupados desde hace 48 años; de igual manera, los asentamientos que Israel construye masivamente en estos territorios ocupados son considerados ilegales, incluso por el principal aliado de Israel, Estados Unidos. 137 países reconocen actualmente al Estado palestino en estos territorios y, en 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció al Estado de Palestina como miembro observador.
Todo lo anterior se ha topado con la intransigencia y el expansionismo de Israel, que se asume y actúa como un Estado por encima de la ley internacional y que, a más de 67 años de su fundación, se rehúsa a delimitar sus fronteras. Esta ocupación es la causa del conflicto, pues niega nuestro derecho inalienable a la autodeterminación; la situación actual es resultado de la desesperanza de los jóvenes palestinos que no han disfrutado en su vida un solo día de libertad y que ven cómo la fuerza del derecho no ha logrado hasta ahora imponerse a la práctica israelí del “derecho a la fuerza”, pues han pasado más de 20 años desde la firma de los Acuerdos de Oslo con la voluntad de alcanzar la paz y estos años sólo han servido a Israel para seguir colonizando nuestra tierra ilegalmente con el objetivo de obstaculizar la solución de dos Estados.
La incitación al odio contra nuestro pueblo ha caracterizado a la política israelí, que pretende presentar su terrorismo de Estado contra nosotros como defensa y nuestra resistencia legítima como terrorismo. ¿Qué mayor incitación puede haber que violar todos los derechos básicos de un pueblo entero durante décadas? Demoler nuestros hogares, quemar vivos a palestinos indefensos, convertir nuestros pueblos en prisiones, encerrarnos sin cargos, robar nuestra tierra y nuestras riquezas, etc., ¿no es todo esto incitación?
Por si fuera poco, a esto se suma la anexión ilegal de Jerusalén y la profanación de nuestros sitios sagrados, introduciendo el peligro de convertir este conflicto político en uno religioso, con el riesgo de que se extienda a nivel mundial y ¿acaso no es incitación exculpar a Hitler y transferir la culpa del Holocausto al muftí de Jerusalén, como pretendió hacer Netanyahu?
Nosotros no pedimos dádivas, sólo queremos que se respete la ley internacional y vivir en paz; esto significa establecer nuestro Estado independiente en las fronteras de 1967 —con Jerusalén Este como su capital—, resolver el problema de los refugiados con base en la resolución 194 y la liberación de nuestros hermanos prisioneros; para esto, es necesario que la comunidad internacional intervenga, empezando por brindar protección internacional a nuestro pueblo ante los crímenes de Israel.
Embajador de la Delegación Especial de Palestina en México
ACLARACIÓN
EL UNIVERSAL invitó también al embajador de Israel en México, Jonathan Peled, a escribir un artículo con la postura de su país sobre el estado actual del conflicto palestino-israelí, pero el diplomático declinó hacerlo