Identificado con un carné simbólico que le cuelga del lomo, gracias al cual es reconocido como parte del personal, Miguel se pavonea por los pasillos. Con lengua afuera y movimientos de cola, se ha convertido en una curiosidad.
Alejandro Quiceno, funcionario de esta empresa y dueño de Miguel, sufrió un accidente de tránsito que lo obligó a utilizar muletas. Gracias al apoyo de su cuadrúpedo amigo, ahora podrá realizar actividades que de otra forma amenazarían con tirarlo al suelo.
El entrenamiento de Miguel está en proceso, pero de aquí a junio próximo se espera que esté en plenitud como perro de asistencia.
Miguel tiene 18 meses y es un golden retriever. Es el único que no lleva pantalones, entre decenas de oficinistas que lo abrazan y lo fotografían.
Por ahora, mientras hace su entrenamiento, se le permiten estas manifestaciones. Después, cuando esté ejerciendo sus labores ‘profesionales’, nadie lo podrá tratar como mascota.
“Si lo hacen, lo pueden distraer y tardaría un rato para enfocarse; eso puede acarrear un accidente para la persona a la que asiste”, explica su dueño.
Pero tanto el amo como el banco son conscientes de que será difícil evitar que lo mimen. Por eso tratan de acostumbrar a los empleados. “Es importante para nuestros colaboradores sensibilizarse sobre el tema de los perros de asistencia. Hemos visto una respuesta positiva”, explica Sergio Peláez, vicepresidente de Desarrollo de ‘La banca más humana’ de Bancolombia.
“Ellos (Alejandro y Miguel) son el ejemplo de organización que queremos ser: una que facilite la vida a las personas”, añade Peláez.
Alejandro agradece la actitud del banco porque, asegura, nunca dudaron en incluir a Miguel en su ámbito laboral.
ovs