En Europa respiran aliviados, en especial la todopoderosa canciller alemana Angela Merkel y el español Mariano Rajoy, porque el mensaje de que la austeridad es el camino acertado para enfrentar la crisis económica, ha triunfado. Y Portugal ha sido el ejemplo de ello. En este pequeño país de 10 millones de habitantes, situado junto a España y bordeado por el Océano Atlántico, el centro derecha ha ganado las elecciones aunque no con mayoría absoluta. Y ello pese a que el primer ministro Pedro Passos Coelho durante su gobierno ha puesto en marcha duras medidas como subidas de impuestos, bajadas de salarios y recortes en el estado del bienestar, a cambio de recibir ayuda financiera. Así que esta ha sido la primera vez en el viejo continente en el que aplicando políticas de un austeridad un gobierno ha revalidado su triunfo.
Ahora Merkel y compañía confían en que en Europa siga calando el mensaje de que el sacrificio lleva al éxito y en España, el conservador Mariano Rajoy (Partido Popular, PP) sea reelegido. Por lo pronto hoy su vicepresidenta, Soraya Saénz de Santamaría, ha sido de las primeras en hacer declaraciones a los medios para felicitar a Passos Coelho y recordar que “los portugueses han reconocido en las urnas los esfuerzos realizados este año para afrontar la crisis económica”.
Portugal fue uno de los cinco países que hace cuatro años tuvo que ser rescatado por la Troika comunitaria (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea). Grecia lo había sido hacía unos meses, e Irlanda, España y Chipre después. Portugal recibió 78 mil millones de euros de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional para evitar la bancarrota. El primer ministro en funciones de entonces, el socialista José Sócrates, tras dimitir después de que el Parlamento rechazara su cuarto plan de ajuste presupuestario, reconocía que no estaba en condiciones de pagar su gigantesca deuda. Y se veía obligado a pedir ayuda a los organismos internacionales.
Pero lo que diferenció a los portugueses de los españoles fue que desde el primer momento su nuevo primer ministro, Pedro Passos Coelho, que ganó las elecciones al frente del Partido Social Demócrata (PSD) tras seis años de gobierno socialista, se convirtió en el mejor alumno de la canciller alemana Angela Merkel, quien en numerosas ocasiones lo puso de ejemplo.
Passos Coelho formó un gobierno con el Centro Democrático Social-Partido Popular (CDS-PP) teniendo entre ambos los 132 escaños de los 230 que componen el Parlamento luso, y se puso al mando de la difícil situación económica que vivía el país. Su gobierno aprobó medidas muy impopulares parecidas a las que puso en marcha Rajoy en España. Subió el IVA del 5 por ciento al 23 por ciento, congeló el salario de los funcionarios durante dos años, aumentó los impuestos a las rentas superiores, aprobó una reforma laboral que liberalizaba el mercado y abarataba el despido además de aumentar media hora la jornada laboral en el sector privado, suprimió las dos pagas extra a los funcionarios y a los pensionistas, y suspendió las jubilaciones anticipadas. Todo ello provocó que el mayor sindicato convocara una huelga general el 22 de marzo del 2012 y que unos meses después los comunistas intentaran presentar una moción de censura contra él. Pero ésta fracasó con la abstención de los socialistas, y él siguió al frente del Ejecutivo.
Al igual que los españoles, en cuatro años los portugueses han visto un retroceso en su calidad de vida, muchos han tenido que emigrar, la tasa de pobreza ha aumentado (ronda el 25 por ciento), y más de un millón de ciudadanos vive con el salario mínimo de 505 euros mensuales. Pero a diferencia de España, entre los logros de Pasos Coelho figuran que ha rebajado el paro del 17,5% al 12,4%; y el déficit del 7,5% al 3%. Su campaña electoral en el que una y otra vez pidió a los votantes que no tirasen los sacrificios hechos durante estos años por la borda y le votaran, le dieron un triunfo. Así que ahora le toca formar gobierno. A Rajoy, por contra, le toca lo más difícil, volver a ganar. Veremos si los socialistas de Pedro Sánchez y Podemos se lo permiten.