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El papa Francisco hizo recientemente su primera visita a América del Norte y el Caribe, primero yendo a Cuba y luego viajando a Estados Unidos. Francisco, el tercer Papa en visitar la isla desde la Revolución Cubana de 1959, no podía haber llegado en un momento de mayor expectativa de cambio.
La celebración abierta del catolicismo, y de la religión en general, en un Estado antes declarado ateo, es un símbolo importante de los cambios en curso en la isla. Estos cambios se reflejan en un pluralismo creciente y una mayor apertura a la religión.
Pero este no es el único ejemplo de la cada vez mayor aceptación de la práctica religiosa en Cuba. La historia de los judíos en la isla y los cambios que éstos han experimentado desde la década de 1990 revela otras facetas de la forma en que la religión y la política se entrecruzan para abrir vías hacia el cambio. Era claro para muchos observadores que la visita de Francisco a Cuba, emparejada con su viaje a EU, tenía menos que ver con un renacimiento religioso, y más con la política regional y el estrecho papel que el Papa jugó en la reconciliación entre ambos países.
Los múltiples significados asociados con esta visita no son sorprendentes; Francisco se ha convertido en un símbolo mundial de los ideales progresistas, incluyendo sus posiciones sobre el cambio climático, sobre la atención a la pobreza, a las formas de violencia y a la desigualdad.
Uno de los momentos clave en el anuncio de la reapertura de las relaciones entre EU y Cuba fue el intercambio de prisioneros políticos, que incluyó la liberación del estadounidense Alan Gross, un judío contratista del gobierno de EU, que había sido encarcelado por supuestamente tratar de subvertir la nación cubana, al llevar equipo electrónico destinado a proporcionar acceso sin restricciones a internet (que, en ese momento, era ilegal) para la comunidad judía cubana.
Gross no era el primer judio-estadounidense en visitar a la comunidad judía cubana, que de años atrás se había convertido en un destino para organizaciones filantrópicas judías, interesadas en hacer turismo y realizar donaciones para apoyar las instituciones y prácticas judías locales.
Gracias a que en 1992 el régimen cambió oficialmente la Constitución para que el gobierno fuera laico en vez de ateo, fue posible para los cubanos en general practicar la religión con mayor libertad (incluyendo el judaísmo, el catolicismo, y las prácticas religiosas relacionadas con el cristianismo pentecostal y la santería).
A través de esta nueva forma de turismo y de intercambio cultural, centros de la comunidad judía y organizaciones patrimoniales y filantrópicas de EU, organizadas en el Joint Distribution Committee, han continuado enviando donaciones económicas, suministros y comida kosher. Más allá de estas donaciones, dichos grupos externos también ofrecen apoyo a proyectos más grandes, como la restauración del Patronato Sinagoga. También se desarrollaron nuevos lazos con Israel. Todo esto ha permitido a los judíos cubanos conectarse más entre sí.
La visita de Francisco a Cuba pudo haber sido tanto por motivos políticos como religiosos, sin embargo habló de las maneras en que la política y sus cambios influyen en los puntos de conexión que los seres humanos logran construir a través de la religión, pese a las limitaciones que imponen las fronteras. Esto incluye las visitas y el apoyo de los judíos de EU a la comunidad judía cubana, sostenida en muchos aspectos por el apoyo desde el extranjero. Su historia apunta a la importancia del contacto a través de las fronteras —consagrado en la reinstalación de relaciones entre EU y Cuba— y cómo se construyen y sostienen los valores de la tolerancia y el pluralismo.
Profesora visitante en el Centro para el Estudio de Genocidio y los Derechos Humanos en la Universidad de Rutgers.
De ‘Latinamericagoesglobal.org’ para Grupo de Diarios América