Alemania ha sido, con diferencia, el país de los 28 que conforman la Unión Europea (UE), más solidario con los miles de refugiados que han abandonado y que cada día abandonan una Siria en guerra. Allí, aunque el Parlamento ha endurecido la semana pasada la Ley de Asilo, el gobierno de Angela Merkel destina cada año más de 10 mil millones de euros anuales a los refugiados. Además de darles techo, manutención, servicios sanitarios y ropa, los refugiados que llegan a este país del norte de Europa reciben 143 euros mensuales en metálico para sus gastos. Y después de tres meses les dan clases de alemán gratuitas, una formación profesional que les permita integrarse en el mercado laboral, unos 300 euros mensuales por persona dependiendo de la situación de cada uno, además de 84 euros mensuales por hijo. También les pagan el alojamiento, las medicinas y otros bienes de primera necesidad, hasta que empiecen a trabajar y valerse por sus propios medios. Los refugiados lo consideran el “paraíso” por ello es el que más solicitudes de asilo recibe cada año (800 mil se esperan en este 2015) .
En estos últimos meses y a raíz del mayor éxodo de refugiados que está viviendo Europa desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el gobierno de Merkel ha reaccionado con rapidez poniendo en marcha campañas como la que han protagonizado 100 personalidades del mundo de la cultura, el espectáculo, la política y el deporte dando la bienvenida a los sirios; y creando una red en la que se pone en contacto ciudadanos alemanes con habitaciones libres a refugiadas en busca de asilo.
Sin embargo, esto ha provocado una crispación en el país y han comenzado a vivirse tensiones sociales y políticas e incluso agresiones xenófobas de miembros de partidos ultraderechistas.
El sábado la candidata a la alcaldía de Colonia (la cuarta ciudad más grande del país) en las elecciones municipales de ayer, Henriette Reker, y concejala de Inmigración, fue apuñalada en el cuello mientras hacía campaña electoral en un mercado de la ciudad, por un hombre que en los años 90 militó en un partido nazi. Reker, de 58 años y que no milita en ningún partido político, resultó vencedora de los comicios así que tuvo que celebrar su victoria desde el hospital. También muchos centros de asilados, algunos de los cuales están desbordados ante la continua llegada de ciudadanos sirios, han sido atacados; algunos inmigrantes han sido heridos e incluso hace unos días un ciudadano somalí murió tras ser atacado por otro inmigrantes. Y alcaldes y políticos que defienden la llegada de los refugiados sirios al país han sido amenazados de muerte.
A diferencia de Francia, donde el ultraderechista y xenófobo Frente Nacional de Marine Le Pen fue el más votado en las elecciones al Parlamento Europeo, o Dinamarca, donde el Dansk Folkeparti es la segunda fuerza; en Alemania los partidos de ultraderecha no tienen presencia en el Parlamento. Aunque el Partido Nacionaldemócrata (NPD), de orientación neonazi, y el euroescéptico Alternativa para Alemania (AfD) sí lograron uno y dos eurodiputados en las elecciones al Parlamento Europeo. Pese a ello, cada vez son más las voces contrarias a la política migratoria de Merkel en los partidos de la oposición e incluso en sus propias filas: la Unión Demócrata Cristiana de Merkel (CDU). Unos le piden que cambie su política, otros que fije un número tope de refugiados y otros más dinero para atenderlos.
Consciente de ello la canciller, que durante años se ha opuesto a la adhesión de Turquía a la UE (el país lo solicitó hace 10 años) por temor a un aumento de la emigración turca, ha decidido ahora apoyarla a cambio de que este país se comprometa a gestionar el flujo de inmigrantes. Es decir, a que colabore en el traslado de los refugiados sirios hacia los países de la UE, y a que se comprometa a devolver a los inmigrantes sin papeles a sus países de origen.
Así se lo planteó ayer domingo al primer ministro de Turquía, Ahmed Davatoglu, durante una reunión que ambos mantuvieron en Estambul. Incluso le ofreció 3 mil millones de euros para ocuparse de los dos millones de refugiados sirios que acoge, para que construya más campos de refugiados y para reforzar los controles migratorios sobre todo por el mar que es por donde entran la mayoría de los inmigrantes al país.
El problema es que Turquía, puerta de entrada al viejo continente, pide más. Más dinero y sobre todo que los 74 millones de ciudadanos no necesiten visado para entrar en la UE. Sin embargo, muchos socios europeos no están dispuestos a aceptar sus condiciones. Y otros muchos ni siquiera quieren que Turquía ingrese en el club.