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Ciudad de Guatemala.— Jimmy Morales Cabrera emergió como el fenómeno guatemalteco que, al ganar anteayer la primera ronda de los comicios presidenciales de Guatemala, coronó más de cuatro meses y medio de sacudidas por las revelaciones de corrupción que mantienen encarcelados a un ex presidente y una ex vicepresidenta, arrasaron con los pronósticos electorales y desbarataron el mapa político interno.
De 46 años, candidato del opositor Frente de Convergencia Nacional (FCN) —creado hace varios años por militares de mano dura— y con una fama que proviene de haber sido uno de los más populares cómicos de la televisión y del cine de Guatemala, Morales es ahora favorito para ganar la segunda ronda de las elecciones, programada para el 25 de octubre próximo.
En una entrevista con EL UNIVERSAL, Morales aseguró que la crisis sufrida por su país desde abril anterior con el destape de los escándalos de corrupción, que la semana pasada obligaron a dimitir a Otto Pérez Molina a la presidencia y en mayo a Roxana Baldetti a la vicepresidencia y por los que ambos están presos, exhiben la añeja impunidad que por décadas ha azotado a Guatemala.
En una cafetería de un hotel capitalino, vestido con la camiseta de la selección de futbol de Guatemala y sin formalismos, el candidato aseguró que ganar la primera ronda es una ruptura del sistema político tradicional, luego de que el pueblo guatemalteco se lanzó en los últimos meses a las calles a protestar contra la corrupción y a pedir (y lograr) la renuncia y encarcelamiento de Pérez y de Baldetti.
¿Qué significa que un cómico pueda convertirse en presidente de Guatemala?
—Durante los últimos 22 años me he dedicado a los medios de comunicación y fundamentalmente he trabajado en comedia, una de las facetas más importantes de mi trayectoria artística. Mis opositores trataron de ofenderme diciéndome payaso, porque creían que me iba a sentir indignado y la población no iba a tomarme en cuenta. No me ofende que me lo digan, porque el payaso tiene fama de honrado y el político, de corrupto y de ladrón.
Se me acusa, y con razón, de que carezco de experiencia en un cargo público, pero sí conozco las dificultades de la administración pública de este lado del mostrador, el del usuario, y los otros políticos no, porque nacieron en cunas finas o tienen 30 años de vivir completamente protegidos e ignorando la realidad.
¿Atrajo usted el voto ruptura con el viejo sistema?
—Sí. Negar eso y creer que todos los votos son porque creyeron en mi proyecto, en mi promesa o en que tengo la capacidad sería petulante y ostentoso. Tengo mucho voto de venganza para la clase política y tengo el reto de mantenerlo para ganar en segunda vuelta.
¿Cree que la onda expansiva de lo sucedido en Guatemala impactará a la región?
—Hoy nos están poniendo de ejemplo y conste que no es un ejemplo que me enorgullezca. Me enorgullece la actitud del pueblo, pero me da vergüenza y me entristece la realidad de la clase política guatemalteca, el porqué de las protestas populares callejeras. Me entristece la soberbia, porque la clase política se comió el pastel, tiene el turrón untado en la boca y todavía dice que no se lo comió.
Es un sentimiento encontrado que los guatemaltecos tenemos hoy satisfacción y que por fin hay esperanza pero de que tal vez se haga justicia. Todavía hay un proceso judicial y, al escuchar testimonios y defensas de los abogados, todos [dicen que] son angelitos, son inmaculados y esperamos con todo el corazón que el sector justicia dicte sentencias severas, ejemplares, para que nadie más quiera volverlo a hacer.
jram