Más Información
Osiel Cárdenas, exlíder del Cártel del Golfo, recibe auto de formal prisión; enfrentará juicio por homicidio
Jóvenes mexicanos pasan más de 2 mil horas al año en el teléfono; OCDE alerta sobre su impacto en la salud mental
Sergio Gutiérrez Luna destaca aprobación de 25 reformas en la 66 Legislatura; "Un logro histórico para la 4T", señala
Secretario de Agricultura reafirma defensa del maíz blanco; "Seguiremos apoyando la producción nacional no transgénica", afirma
¿Maíz transgénero? Rubén Rocha corrige desliz durante discurso en Sinaloa; destaca importancia del maíz blanco
Sheinbaum asegura apoyo total a Sinaloa para enfrentar violencia; "Nunca los vamos a dejar solos, aquí está la presidenta"
julian.sanchez@eluniversal.com.mx
La Habana.— El papa Francisco repartió algunos besos. Uno de ellos a Martica, quien decía con orgullo que no se lavaría el rostro en varios días.
Sentada en su silla de ruedas cerca del altar montado en la Plaza de la Revolución, la mujer de 52 años volteó con dificultad —debido al retraso mental moderado que padece—, hacia donde se le acercaba el Pontífice.
“Eso es estar cerca del pueblo, Francisco lo sabe porque él es del pueblo”, dijo Ilinoy, uno de los que cuidan a los enfermos del hogar de impedidos, La Edad de Oro, del que forma parte Martica quien, al igual que a varios niños y niñas que se le acercaron, besó el líder religioso.
Lo mismo a pequeños de piel morena y a otros con cabello rubio, que resaltaban al ser levantados entre la multitud que se congregó en esa plaza que también han llenado Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012.
“El Papa me abrazó y me besó. Sentí mucha emoción, mucho cariño y fe”, insistió Martica, quien presenció junto con miles de cubanos, así como con los presidentes de Cuba, Raúl Castro; de Argentina, Cristina Fernández, y la primera dama de Panamá, Lorena Castillo de Varela, la ceremonia eucarística que encabezó Francisco.
El lugar se abrió desde las 03:00 horas cuando la gente comenzó a llegar para estar lo más cerca posible del Papa, quien llegó a las 08:17 horas en su vehículo descubierto, desde donde saludaba a los fieles católicos que lo ovacionaban durante un recorrido que hizo por la Plaza.
Como Carmina, quien con su sombrero de palma se subió a los hombros de su novio Jesús y gritó: “Acá Francisco, acá”. Cuando el Papa parecía responder al llamado y voltearla a ver, Carmina soltó un grito emocionada.
Con celulares, tabletas y cámaras fotográficas, cientos de personas alzaban los brazos y se tapaban unos a otros, lo que impedía tomar buenas fotos.
Mientras, los integrantes de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Las Artes y del Coro Nacional de Cuba y del Teatro Lírico, dirigidos por el maestro José Antonio Méndez, cantaban una de las 14 piezas que interpretaron: “Está brillando una luz, una luz en el camino, para llegar a Jesús, de la mano de Francisco…”. En tono con ese fragmento Francisco insistió a los cubanos que no olvidaran rezar por él.
Él, por su parte, pidió por ellos durante la misa y les dijo: “Es un pueblo que tiene gusto por la fiesta, la amistad, por las cosas bellas. Es un pueblo que camina, que canta y alaba. Es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza”.
Los cubanos le respondían levantando sus lonas y pancartas entre las que se leía: “Papa Francisco, los jóvenes estamos contigo”, “Francisco tú nos traes la esperanza” y “Baja y abrázanos”. El Papa había hecho esto último antes de iniciar la misa y no sólo los abrazó, sino también los besó.